El fin de semana, al filo de la hora, Canadá y los Estados Unidos llegaron a un acuerdo para incorporar al primero al tratado de libre comercio que hasta ese momento era bilateral, y restituir así la trilateralidad del TLCAN original. Existe ya entonces un nuevo TLCAN, con un acrónimo impronunciable (USMCA), y aunque el mercado ha reaccionado más que con entusiasmo, con alivio, vale la pena que reflexionemos sobre algunas características básicas de la región económica de América del Norte.
La primera reflexión es una perogrullada: el nuevo USMCA (o CAMUS), no es nada nuevo salvo por la inclusión de algunos sectores como el energético y el de telecomunicaciones, así como algunas provisiones salariales y laborales, añadidos marginales respecto de lo que el TLCAN ya incluía.
Lo anterior significa que la noticia más importante del CAMUS es que el TLCAN se mantiene. Que el marco económico comercial que ha prevalecido en Norteamérica desde hace casi tres décadas sigue en su sitio, mejorado en algunos aspectos, y con retrocesos en otros (como parece serlo en el crítico sector automotriz para proveedores no norteamericanos). Pero en su caso, la mejor noticia es que no hubo noticia. Lo anterior no es un hecho menor: al iniciar la administración Trump, la economía y los mercados asumieron un escenario catastrófico en donde el TLCAN desaparecía y una mezcla de reglas de la OMC y salvas bilaterales conducirían los intercambios.
La segunda reflexión es cuánto cambió el TLCAN a México. Cuando el tratado original fue anunciado y negociado, sectores importantes de la sociedad mexicana se pronunciaron en contra del mismo. Hoy el consenso mexicano a favor del acuerdo es casi unánime. El TLCAN transformó a México de una sociedad cerrada con un fuerte nacionalismo, a una más abierta y globalizada: para bien y para mal. El TLCAN convirtió a México de un vecino en aliado de los Estados Unidos, y seguramente eso pesó en el ánimo de los negociadores estadounidenses.
La tercera reflexión va en términos económicos. Cuando en 1982 México se declara en moratoria, las élites políticas y económicas del país tomaron una decisión que a la postre resultó exitosa: mitigar la dependencia que la cuenta corriente y las finanzas públicas tenían del petróleo. La decisión no vino de una élite visionaria, sino de una élite quebrada. Al desplomarse los precios del petróleo el Estado quedó en quiebra técnica y forzada a encontrar formas para encontrar los dólares que el petróleo ya no les daba. La apuesta fue convertir a México en un exportador de manufacturas: lo que es hoy.
La estrategia para alejar la cuenta corriente del riesgo de los petroprecios inició con más maquiladoras: ser simples ensambladores de bienes estadounidenses allí en donde el proceso era más intensivo en mano de obra, aprovechando que las macro devaluaciones de 1982-1990 habían dejado el salario real denominado en dólares hecho pedazos en México.
Pero conforme el proceso de integración norteamericana fue intensificándose hasta formalizarse con el TLCAN, la manufactura mexicana fue complejizándose y fue añadiendo sectores más allá de la maquila. Hoy México es uno de los principales exportadores del mundo, con una plataforma diversificada y amplia.
Un sector destaca en particular: el automotriz, en el cual México se ha convertido en el quinto mayor exportador mundial, con un lugar estratégico en segmentos de camiones ligeros, SUVs y sedanes de alta gama.
La importancia del sector automotriz mexicano fue una herramienta clave para que las automotrices estadounidenses presionaran a Donald Trump y lo orillaran a una negociación bilateral del TLCAN incluso a su pesar. La industria automotriz local es tan importante para la competitividad de las automotrices estadounidenses que Trump tuvo que comerse su retórica anti-mexicana con tal de salvarla.
Los tres principales artículos exportados por México están relacionados con la industria automotriz: autos, sus partes y camiones representan más de 90 mil millones de dólares de exportaciones, seguidos de computadoras y sus partes.
Las exportaciones petroleras, que en 1982 eran casi el ochenta por ciento del total o más, son relegadas al quinto sitio. Productos como el camarón, el jitomate y las hortalizas, que eran exportaciones menores pero las segundas en importancia después del petróleo hace treinta años, ni siquiera entran en la lista de las diez principales exportaciones. Quitando el petróleo, dichas lista incluye únicamente manufacturas.
Pero vale la pena contextualizar el éxito exportador de México. Cierto, el país es una potencia exportadora, y una de las mayores plataformas manufactureras del mundo. Pero lo es en tanto proveedor de los Estados Unidos. La elocuencia de los datos no deja lugar a dudas. En un TLCAN el jugador dominante es los Estados Unidos, y sus socios comerciales tienen poco que ver entre sí de manera directa. Canadá, el tercer socio comercial de México, representa apenas el 2.8 por ciento de nuestro comercio exterior, comparado con 79.9% de los Estados Unidos.
Para los Estados Unidos. la ecuación es más equilibrada, pues Canadá y México en su conjunto representan cerca del 34% del total del comercio exterior, seguidos por el 8.4% de China. La estrategia de contar con dos acuerdos bilaterales tiene perfecto sentido para los Estados Unidos, y para México, un acuerdo bilateral con Estados Unidos. es casi suficiente, dado el poco peso que Canadá representa para nuestro comercio exterior.
Para Canadá la ecuación es igual de contundente. Como para México, un tratado bilateral con los Estados Unidos es más que suficiente, y como para México, un tratado con su tercer vecino norteamericano es casi simbólico. Los Estados Unidos son el destino del 76% de las exportaciones canadienses, mientras que México representa apenas el 1.4% de su mercado total. El acuerdo comercial de Norteamérica es una realidad asimétrica: dos socios menores dependientes de un tercero, y con muy poco en común entre ellos. Un tratado comercial México-Canadá era un acto simbólico, y la estrategia dominante para ambos era un pacto bilateral con los Estados Unidos. Ese es el pacto que importa para cada uno de los dos socios menores por su lado
Las cifras son sencillas de leer, el CAMUS es un acuerdo comercial articulado a través de los Estados Unidos. para integrar de manera funcional la zona geográfica de América del Norte. Los dos socios menores de la alianza, México y Canadá, no tienen la capacidad de hacer un pacto entre ellos y dejar fuera al gigante. Es por ello que quien marca el contenido, el alcance y los ritmos de la negociación fueron los Estados Unidos. La estrategia mexicana, tanto del gobierno actual como del entrante, fue la adecuada dadas las cifras: asegurar primero el acuerdo con los Estados Unidos y subordinar el acuerdo trilateral a la capacidad de negociación de Canadá con el socio mayor.
Al filo de la hora, en el ocaso de su gestión, el gobierno saliente mexicano logra asegurar un acuerdo comercial y económico que parece garantizar lo que ya se tenía y que neutraliza la agresividad con la que Trump se abalanzaba contra México en la campaña. La fuerza de la realidad se impuso: Trump no puede pelear todas las batallas a la vez, y parece que no tuvo más que optar por la más difícil: China. Se dio cuenta, la fuerza de las cosas lo hicieron darse cuenta, que el TLCAN es su mejor aliado en contra del rival más difícil y tuvo que tragarse sus palabras: logró un Good Deal con los Bad Hombres.
Infografía
Las exportaciones mexicanas en 2017 se conforman en su mayoría por bienes con un alto nivel de capitalización, el sector mas dinámico con respecto al periodo anterior lo encontramos en el sector automotriz, tanto de autopartes como ensamblaje; con un crecimiento total de 35.4% y un valor de comercial situado en los $68.6 mil millones de dólares (mmdd).,..
... mayor parte de la cuota de intercambio se la lleva Estados Unidos, con un valor anual de $327.4 mmdd. Le sigue Canadá, a una distancia muy lejana, con un valor de comercio de $11.4 mmdd.
Podemos observar en el caso de Estados Unidos, una cuota comercial mas equilibrada con respecto a la totalidad de sus socios. Y la puesta en marcha de un nuevo acuerdo con los dos principales (México y Canadá), impulsa el intercambio en una coyuntura de guerra comercial con China, con un fuerte incremento de aranceles de ambas potencias.
La realidad comercial de Canadá con respecto a Estados Unidos es muy similar a la de México, con un intercambio de $319.6 mmdd. Dicho fenómeno, complementa la asimetría de la región de América del Norte. Siendo relegado en un primer momento, Canadá ha mandado un mensaje al mercado, el cual ha reaccionado con alivio premiando así la divisa del país.