El 2008 fue difícil para el mundo en general y particularmente para la región centroamericana. En la primera parte del año el precio del barril del petróleo alcanzó un máximo de US$140, y en la segunda, la demanda estadounidense se contrajo en medio de la Gran Recesión; precisamente esos dos son los factores externos que más influyen en el crecimiento de las economías de la zona, por lo que la coyuntura actual es positiva.
Los beneficios de la baja en los precios del petróleo han tomado tiempo, debido a particularidades de la región: como que no existe una coordinación que permita tener un mayor poder de negociación o por el hecho de que varias de las fuentes del producto están en el océano Atlántico y los mayores centros de consumo están en el Pacífico, por lo que se incurre con el costo de pasar por el Canal de Panamá.
No obstante, los efectos positivos ya se han estado apreciando en las economías. La inflación en todos los países está por debajo del rango meta de sus respectivos bancos centrales y en algunos, en términos interanuales, está negativa, como es el caso de Costa Rica y El Salvador. Dicha situación le ha dado luz verde a los bancos centrales de la región para bajar la tasa de política monetaria, con el fin de incentivar el crédito.
Los menores precios en los hidrocarburos implican también una mejora en los términos de intercambio, lo que aunado a menores tasas de interés está incentivando el consumo interno. De esta forma, el Fondo Monetario Internacional espera que la tasa de crecimiento alcance un “sólido” 4,25%; en un contexto latinoamericano donde Brasil, Chile y Venezuela están o se acercan a una recesión.
Los beneficios vía recuperación de la economía estadounidense se ven en aumentos de turismo y en la cantidad de remesas. En Costa Rica durante los primeros 6 meses del año entraron más de 1,4 millones de turistas, mientras que las remesas en Honduras y el Salvador han aumentado un 5% y 8% respectivamente, si las comparamos con las del año anterior.
Asimismo, la mayoría de los bancos centrales han estado acumulando reservas internacionales, principalmente en Guatemala y Costa Rica, lo que junto con una disminución importante del déficit de Cuenta Corriente de toda la región la pone en una posición más segura, más aun en un ambiente donde el temor de los mercados está centrado en la posibilidad de que las condiciones financieras actuales generen algún tipo de crisis en las economías emergentes.
Por lo que el riesgo, principalmente en el llamado triángulo del Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras), es algún tipo de inestabilidad política que afecte los fundamentos del crecimiento, a pesar de que, por el momento, pareciera que el descontento de las personas, aunque irá teniendo efecto sobre el panorama de la región, se evidenciará de una forma pacífica.