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Corea del Norte: El legado militar y económico de la dinastía Kim

Publicado 17.04.2017, 07:46 p.m
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Siria, Afganistán, Rusia, China y … Corea del Norte. Parece que entre los desatinos de unos y otros, poco a poco se va conformando ese grupo antagonista que rivalizó contra Estados Unidos en la Guerra Fría. No en vano, la guerra de Estados Unidos en Corea fue el primer conflicto armado serio tras la Segunda Guerra Mundial, y fue la contienda que inauguró esa etapa de beligerancia entre esos dos bloques contrapuestos, el capitalista liderado por Estados Unidos y el comunista comandado por la Unión Soviética. Y aunque generalmente la mente piensa en Vietnam cuando se habla de una derrota bélica estadounidense, Corea fue el primer conflicto donde al menos Estados Unidos no salió victorioso. La guerra no terminó con la firma de un tratado de paz, sino que se declaró un cese al fuego y se estableció una zona desmilitarizada en torno al paralelo 38 que hasta la fecha es defendida por ambos países: las tropas de Corea del Norte por un lado, y las de Corea del Sur y de Estados Unidos por el otro.

Desde entonces, ambas Coreas han tenido un destino muy desigual. En el lado norte se erigía una dictadura comunista que tenía como principal aliado a la ex-Unión Soviética y a China, un régimen basado en el culto a la personalidad en torno a la dinastía Kim. La legitimidad de su actual dirigente, Kim Jong-un, reside en ser nieto de Kim II Sung, fundador del Corea del Norte y “Líder Eterno”. Y la forma de galvanizar al pueblo en torno a su figura es la de aparecer, gracias a la propaganda estatal, como víctima: como un país cuyo sistema social está amenazado por Estados Unidos, su gran enemigo, al que desafía continuamente; como una economía sujeta a sanciones internacionales y que, pese a todo, avanza; y como una nación que desarrolla un gran programa armamentístico cuyo fin último es reunificar a toda la península de Corea bajo el control de Pyongyang.

Ahora bien, mucho de su discurso es mera propaganda y, a estas alturas, es difícil discernir si la amenaza nuclear de Corea del Norte es real o pura fanfarronería. Lo que sí es cierto es que posee un creciente arsenal nuclear con el que le gusta jugar a las amenazas. Y también es verdad que sus pruebas de misiles se han incrementado en los últimos años, coincidiendo con la llega al poder de Kim Jong-un a finales de 2011. Sin embargo, se constata una vez tras otra que muchos de los lanzamientos de misiles terminan en un estrepitoso fracaso.

La última provocación llegó el pasado sábado, como parte de las celebraciones de lo que llaman “El Día del Sol”, fecha en que se celebra el cumpleaños del fundador. Se sabía que habría un gran desfile y se especulaba con que probablemente formara parte de los festejos el lanzamiento de algún misil. Al final sí lo hubo: aconteció durante el domingo. Pero de nuevo fue fallido. Al poco de ser lanzado, el misil, de alcance desconocido, estalló. El vicepresidente de Estados Unidos, Michael Pence, de visita en Seúl como parte de una gira de diez días por Asia, catalogó el intento norcoreano de una nueva “provocación”.

Aun así, Corea del Norte insiste en su capacidad para construir misiles balísticos intercontinentales que lleguen a la costa oeste de Estados Unidos. El equilibrio es delicado. Kim Jong-un es un temerario. En esa retórica descansa buena parte de su éxito, de su popularidad, y es crucial para perpetuarse en el poder. Pero también es consciente de que su arsenal militar es menor de lo que dice ser y que nada tiene que hacer en un conflicto contra Estados Unidos. Al mismo tiempo es de creer que tampoco es un suicida. Por tanto, el riesgo es que no mida bien sus provocaciones y en una de ellas incite a una respuesta militar por parte de Corea del Sur o de Estados Unidos, que posee una tropa de casi 30,000 elementos instalada en la región. Ahí habrá de verse qué posición tomarían China y Rusia y si Corea del Norte, sabiéndose perdido, detonaría en un esfuerzo desesperado todo su armamento nuclear, buena parte de él dirigido sobre Corea del Sur, lo que tendría un efecto catastrófico.

Al igual que no se sabe qué tan cierta es la amenaza nuclear de Corea de Norte, tampoco se tienen claras las cifras económicas del país. No hay muchas fuentes fidedignas, por lo que gran parte de los cálculos se realizan a base de tanteo a partir de las escasas cifras disponibles. Sabemos que se trata de una economía pequeña, que ha permanecido aislada y que se empobreció notablemente con el debilitamiento del bloque comunista tras la caída del muro de Berlín (1989) y el derrumbe de la Unión Soviética (1991). Como resultado de esa situación padeció hambrunas a mediados de los años noventa pese a que es una economía esencialmente agrícola: el 37% de su PIB proviene de actividades agrícolas, y el restante 63% corresponde a industria y servicios.

Según el libro mundial de datos de la CIA, su PIB apenas fue de 40,000 millones de dólares (mdd) entre 2012 y 2014. Para que se hagan una idea, al otro lado de la frontera el conglomerado tecnológico Samsung (KS:005930), la mayor compañía surcoreana por capitalización bursátil, posee un valor de mercado de 263,000 millones de dólares. El PIB de Corea del Sur se acerca a los 1.6 billones de dólares.

La mejor manera de contrastar el estancamiento norcoreano frente al milagro económico surcoreano es a través del PIB per cápita. En torno a 1975, ambos países se hallaban a la par, con una renta de 3,000 dólares para cada individuo. Pues bien, desde entonces Corea del Norte se ha empobrecido al descender el PIB per cápita a 1,122 dólares en 2008 comparado con 19,614 dólares del Corea del Sur. En consecuencia, el legado de la dinastía Kim y su modelo de planificación central sale comparativamente muy mal parado frente a su vecino del sur. Por si fuera poco, es de los países más corruptos, según Transparencia Internacional, y con una de las peores puntuaciones del mundo en cuanto a libertad de prensa.

A su vez, Corea del Norte de las economías más cerradas del mundo, lo que ha dificultado que el país mejore sus estándares de vida. El total de sus comercio exterior no llega a los 10,000 mdd, y casi todas las transacciones las realiza con China, su principal aliado. Es por eso que gran parte de los esfuerzos diplomáticos pasan por el gobierno de Pequín, a quien se le exige una mayor cooperación en contra del régimen de Kim Jong-un para que ponga fin a su programa armamentístico. China, por otro lado, responde que ha embargado las importaciones de carbón norcoreanos, principal fuente de ingreso de divisas para el país.

Su política beligerante ha significado que el gasto militar norcoreano ascendiera, en el 2008, a un 22.3% del PIB, un brutal gasto en defensa y en programas militares que ha impedido que existan los recursos necesarios para desarrollar una política industrial o de consumo civil. En contraste, Corea del Sur sólo invirtió en gasto militar un 2.8% del PIB en el 2008. Claro que dólares contantes y sonantes, y dado el diferente tamaño de la economía, Corea del Norte invirtió 8,213 mdd en el rubro militar en tanto Corea del Sur destinó 26,100 mdd.

Por tanto, mientras Corea del Norte, dirigido por la dinastía Kim, se ha convertido en una nación pobre y militarizada, Corea del Sur ha vivido uno de los milagros económicos más portentosos del siglo XX apostando por el único recurso que poseía en abundancia: su gente y la inversión en capital humano a través de la educación.

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