El pistoletazo de salida para sustituir a Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo (BCE) cuando concluya su mandato el 31 de octubre se ha disparado por fin. Y parece que el alemán Jens Weidmann ha sido el primero en salir.
Al comenzar el martes la reunión de los líderes de la Unión Europea para discutir el reparto de los puestos jerárquicos del bloque tras las elecciones europeas del fin de semana, el “consejo económico” del partido demócrata-cristiano que gobierna en Alemania —una tertulia que coordina la política con los promotores de las empresas del partido— ha respaldado fuertemente a Weidmann. Su presidente, Werner Bahlsen, criticó la política del actual BCE por ser indirectamente una subvención para Italia, diciendo que es "absolutamente necesario cambiar la política de los tipos de interés".
Aunque el nombre de la canciller Angela Merkel no ha sido respaldado, han quedado pocas dudas de que el país más grande de la eurozona pretende luchar para volver a poner a un alemán a cargo de la divisa de Alemania —el euro—, 20 años después de abandonar el marco alemán.
Para muchos, eso no son buenas noticias. No exageramos al decir que si la eurozona hubiera funcionado estos últimos ocho años según las opciones que ofrece la política monetaria que profesa Weidmann, no habría presidencia del BCE que solicitar. El proyecto de moneda única habría fracasado pues la negativa a avalar las deudas de Italia lo habrían abocado al incumplimiento obligándolo a reintroducir la lira.
En vez de eso, el entonces presidente Mario Draghi prometió hacer "todo lo necesario para defender el euro" y pasó a cumplir esa promesa con una serie de políticas poco convencionales que evitaron un desastre deflacionario en toda la región.
Weidmann nunca ha dado marcha atrás en su oposición al programa de compra de bonos que Draghi creó para contener esa crisis, las llamadas "Operaciones monetarias sin restricciones”. También se resistió a la expansión cuantitativa que Draghi y su economista jefe belga, Peter Praet, convencieron al BCE de adoptar en el año 2015 y que proporcionó a la economía de la eurozona una respetable tasa de crecimiento hasta la ralentización del año pasado.
Todo esto parece poner al presidente del Bundesbank alemán en el lado equivocado de la historia y lo convierte en un candidato difícil de respaldar por parte del resto de la eurozona. Y no sólo porque las políticas a las que se opuso funcionaron durante un período de siete años, lo que debería contar como algo más que una solución a corto plazo. Además, indica un arraigado conservadurismo y rigidez que el próximo presidente del BCE no podrá permitirse.
Como escribió Lucrezia Reichlin, exdirectora de investigación del BCE, en una reciente columna para Project Syndicate:
"En caso de otra ralentización, la limitada capacidad fiscal de algunos países, combinada con la ausencia de los instrumentos comunes de estabilización, indica que el BCE tendrá que presionar los límites de las políticas no convencionales aún más de lo que ya lo ha hecho".
A medida que se intensifica la guerra comercial entre Estados Unidos y China, existe un riesgo cada vez mayor de que el BCE vaya camino de su próxima ralentización, pues sus tipos de interés ya están en el 0% (y su tasa de depósito en el -0,4%), dejando poco margen para respaldar la economía con la política monetaria. Al tratar de recortar más los tipos se corre el riesgo de generar más tensión de la que puede soportar un sistema bancario débil. Asimismo, una reanudación del programa de expansión cuantitativa pronto superaría los límites del BCE de compra de deuda pública.
Entre los tabúes que puede que tengan que eliminarse está el actual objetivo de inflación del BCE "en niveles inferiores pero próximos al 2%", que según Reichlin debería prescindir de su sesgo a la baja.
Ese discurso no sólo se adoptó en la década de 1990 para tranquilizar a los alemanes convenciéndolos de que el BCE será igual de estricto en cuanto a la inflación que el Bundesbank, sino que ha llevado al banco central a pasarse la mitad de su vida protegiéndonos contra el peligro equivocado, mientras que tendencias como la automatización, la digitalización y la integración de China en la economía mundial han generado una intensa y constante presión a la baja sobre los precios.
Paradójicamente, la necesidad de más radicalismo podría ser la razón que convierta a Weidmann en la mejor opción para el puesto. Es una verdad absoluta que la próxima ralentización obligará al BCE a hacer cosas que serán altamente impopulares en Alemania, así que ¿quién mejor que un alemán para vender esas políticas?
Por otra parte, la presencia de un alemán en el más alto puesto podría ayudar a prevenir el mayor riesgo visible para la estabilidad del euro —una confrontación con Italia sobre sus déficits presupuestarios y niveles de deuda. Matteo Salvini, viceprimer ministro de Italia, y su ministro del interior declararon el martes su intención de que el BCE suscriba la deuda pública. Es probable que sea despachado por el equipo doble de Weidmann y Luis de Guindos, el exministro de hacienda español que actualmente es vicepresidente del BCE. A él se le encargó la ingrata tarea de implementar un programa de austeridad en su puesto anterior.
Aparte del proceso de nominación que debe completarse antes de que expire el mandato de Draghi, no hay nada seguro en el proceso de nombramiento. Quien consiga el puesto heredará el deber de garantizar la supervivencia del euro. Gracias a la inventiva de Draghi, el cuarto presidente del BCE tendrá más herramientas disponibles para hacer frente a posibles obstáculos que cualquiera de sus predecesores. Él o ella va a necesitarlas todas —y, cómo no, unas pocas más durante el camino.
Otros posibles candidatos que podrían suceder a Mario Draghi son:
1. Francois Villeroy de Galhau, presidente del Banco de Francia
Pro: experiencia pertinente
Contra: Francia ya ha tenido un presidente del BCE (Jean-Claude Trichet, mandato: 2003-2011)
2. Benoit Coeure, miembro del Consejo del BCE
Pro: muy bien considerado a nivel mundial por su trabajo dirigiendo la división de mercados del BCE
Contra: francés, y su mandato de ocho años no es renovable
3. Sylvie Goulard, Banco de Francia, vicegobernadora
Pro: experiencia en el banco central y en las instituciones de la UE; fue miembro del comité de asuntos económicos y monetarios del Parlamento; mujer
Contra: francesa; detrás de Villeroy en el ordenamiento interno de la nación; el presidente Macron podría priorizar a su aliada Margrethe Vestager como presidenta de la Comisión Europea
4. Olli Rehn, Banco del gobernador de Finlandia
Pro: experiencia en varias crisis de la eurozona como Comisario de Asuntos Económicos y Monetarios; la reciente propuesta de replantear el marco de la política monetaria del BCE indica una comprensión de los futuros desafíos
Contra: responsabilidad compartida por las malas decisiones de política monetaria durante los rescates después de la crisis, la más evidente negarse a reconocer la quiebra de Grecia
5. Erkki Liikanen, exgobernador del Banco de Finlandia
Pro: experiencia como miembro del BCE y como Comisario Europeo; profundo conocimiento del sector bancario de Europa
Contra: edad (68)
6. Claudia Buch, vicepresidenta del Bundesbank alemán
Pro: nacionalidad (aportaría algo del norte de Europa a la dirección del BCE, dado que el vicepresidente De Guindos es español); género
Contra: falta de experiencia política o de la administración a niveles superiores