En noviembre del 2021, durante la COP26 fue firmado el pacto climático de Glasgow, en el que se pide a los países reducir gradualmente la energía procedente del carbón. ¿Qué ha pasado desde entonces y en el marco de la COP27?: hay mayor quema de combustibles. Uno de los factores es el conflicto entre Rusia y Ucrania. Desde su inicio, se elevaron los precios del gas natural a niveles récord, y algunos países en desarrollo empezaron a recurrir al combustible fósil más contaminante: el carbón.
La Agencia Internacional de Energía pronostica que este año el consumo mundial de carbón iguale sus niveles históricos del 2013. Ahora, toma más relevancia el famoso “Mercado de Carbono”.
¿Cómo funciona?. Es un espacio que reúne a compradores y vendedores de carbono para realizar el intercambio. Aunque el carbono es difícil de ver o empaquetar para vender de forma física, se puede medir, capturar o evitar mediante proyectos como un bosque, en donde los árboles capturan el CO2 del aire y lo almacenan dentro de ellos, o grandes proyectos de paneles solares que sustituyen la energía sucia que al ser generada produjo carbono, por energía limpia que evitó la generación de dicho gas.
Muchos otros proyectos que funcionan de una forma parecida a los anteriores capturan o evitan la emisión de estos gases de efecto invernadero a la atmósfera; esto se puede medir en toneladas de CO2, las cuales, a la hora de traducirlas en un producto, les llamamos créditos de carbono (bonos de carbono), y es aquí donde tenemos la oferta de nuestro mercado.
¿Quién compra este “producto”?.
Un comprador puede ser cualquiera que quiera reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Según Eduardo Piquero, director de MEXICO2 Plataforma Mexicana de Carbono, los créditos de carbono funcionan como un mecanismo de flexibilidad; cuando ciertas entidades no pueden cumplir con sus metas de reducción de emisiones por diversos factores, compensan una parte de esas emisiones mediante la compra de créditos de carbono, transfiriendo esos recursos financieros a proyectos que buscan capturar o evitar emisiones de gases de efecto invernadero, generando así, un balance “0” de gases de efecto invernadero.
Migrar hacia una economía baja en carbono implica costos y barreras tecnológicas, por lo que muchos de los objetivos de reducción de emisiones planteados son a largo plazo e incluyen importantes procesos de planeación.
Piquero indica que si generamos 1 tonelada de CO2 por nuestro proceso productivo, la podemos compensar comprando 1 crédito de carbono (bono de carbono) el cual representa la captura de esa tonelada o evita la emisión de carbono en otra parte del mundo, generando un balance entre lo generado y capturado, o evitado.
Otro punto importante es que los proyectos que capturan o evitan emisiones no deben de estar forzosamente en el mismo lugar que las fuentes de gases de efecto invernadero que buscan hacer la compensación, ya que al final, al ser la misma atmósfera, todos nos vemos impactados por sus efectos.
Muchos se hacen la pregunta: ¿qué le implica el cambio climático al mercado de valores y cómo se puede lograr una transformación a través de las inversiones?. Para Eduardo Piquero, el cambio climático representa un riesgo para los mercados de valores ya que sus efectos provocan importantes daños en la economía. Por ejemplo, las fuertes sequías pueden provocar un desajuste en la producción de algún commodity como el maíz, trigo etc., y en consecuencia, un cambio en su precio. Los aumentos en el nivel del mar o tormentas podrían generar afectaciones más recurrentes en la infraestructura, provocando mayores riesgos futuros para las compañías aseguradoras y un aumento en las primas de seguro, lo cual encarecería el proceso de construcción o simplemente regulaciones que impliquen un nuevo costo para las empresas.
“Estos efectos, al final se traducen en afectaciones en las hojas de balance de los diferentes actores implicados, los cuales impactarían negativamente sus rendimientos, el precio de sus acciones y valuación de la empresa, generando una mayor incertidumbre en inversiones”.
Sin embargo, el cambio climático también representa una oportunidad de inversión en aquellas empresas que buscan mitigar estos riesgos y los hacen visibles a los inversionistas, generando una mayor certidumbre en las decisiones de inversión.
Los inversionistas fungen un papel muy importante en el redireccionamiento de los capitales hacia aquellas empresas que buscan mitigar y combatir los efectos derivados del cambio climático; ahora ya no solo como un acto de responsabilidad social y medioambiental, también como una forma de mitigación del riesgo dentro de su portafolio.