La guerra comercial entre EE.UU. y China ha estado en el centro de la escena internacional durante todo 2019.
Con la pequeña tregua y el principio de acuerdo alcanzado a fin de año, la bolsa tuvo un fin de año a pura euforia.
Ahora bien, en lo que es la relación entre estos dos gigantes, en general el foco está puesto en lo que pasa en EE.UU., pero lo cierto es que poco se habla de la situación de extrema fragilidad en la que se encuentra China, cuya economía comienza a resquebrajarse.
La economía china viene desacelerándose fuertemente, y la guerra comercial ha intensificado esta situación. No es casual que a las compañías chinas se les haga cada vez más difícil seguir pagando su deuda.
Si en EEUU las empresas calificadoras de riesgo están cuestionadas, en China bordean el escándalo. Sólo para que tengan presente la magnitud del disparate, el 96% de las empresas chinas que han sido evaluadas tienen calificaciones crediticias entre AAA y AA- (categorías de mayor calidad).
Pero para entender lo que está pasando en China hoy, debemos volver un poco hacia atrás en el tiempo.
Como respuesta a la crisis financiera de 2008, las autoridades aprobaron un programa de estímulo masivo inyectando miles de millones de yuanes para mantener sus altas tasas de crecimiento.
Este estímulo se implementó a través de enormes préstamos para empresas chinas.
Dicho de otra manera, desde 2009 el alto crecimiento de la economía china se viene sosteniendo (en parte) de manera artificial, con un fenomenal aumento de la deuda corporativa.
Esto hizo que China se convirtiera en el país con mayor deuda corporativa del mundo llegando a los USD 21 Trillions (USD 21,000,000,000,000). En términos relativos la situación no es mucho mejor: la deuda corporativa llega al 155% del PBI chino.
¿Y qué está pasando ahora?
Con el empeoramiento de las condiciones económicas, en parte intensificado por la guerra comercial, se ha disparado el número de compañías chinas que están defaulteando su deuda.
En los últimos dos años hubo una verdadera explosión:
En el 2019, los defaults fueron de más de USD 17 Billions (USD 17,000,000,000).
Pero aún hay más. Hasta ese año, los defaults corporativos habían sido de empresas pequeñas o que no tenían un gran impacto sobre el resto de la economía.
Sin embargo, todo cambió en mayo de 2019, cuando quebró el Baoshang Bank. El Banco Popular Chino finalmente lo intervino (luego de permitir que defaulteara) aunque aclaró que no necesariamente todas sus deudas estarían garantizadas.
A esto se le sumó el reciente default de Tewoo Group, una empresa estatal que tiene activos por más de USD 38 Billions.
¿Por qué esto es especialmente importante?
En primer lugar, porque había una creencia generalizada que el gobierno chino no dejaría que ningún banco quebrara, creencia que quedó sepultada definitivamente. Lo mismo aplica ahora para las empresas estatales.
Por otra parte, porque a partir de estos hechos el mercado pierde confianza en el sistema bancario chino, algo que puede ser muy peligroso en el futuro.
¿Y qué es lo que está haciendo China al respecto?
Está tomando medidas para dar mayores estímulos económicos (por ejemplo, en septiembre pasado se decidió bajar la cantidad de reservas requeridas para los bancos, con el objetivo de que éstos sigan prestando dinero a las empresas chinas). Es decir, está queriendo apagar el incendio con más nafta.
Por todo esto, es posible que China sea la punta del iceberg que termine por hacer estallar la burbuja crediticia mundial.
En definitiva, si empresas que están super endeudadas comienzan a tener problemas en sus negocios, rápidamente tendrán serias dificultades para pagar sus deudas.
Y como hemos visto, en China la situación es mucho más frágil de lo que las autoridades se esfuerzan por mostrar.