Con Andrés Manuel López Obrador termina un sexenio que parece perdido en materia económica.
Vamos a las cifras y datos duros. Durante el gobierno que terminó, la economía mexicana presentó uno de los resultados más bajos en la historia reciente, con un crecimiento promedio del PIB del 0.9% (prometió el 4%), inferior al 1.9%, 1.5% y 1.8% con Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox, respectivamente.
Cabe recordar que, en campaña, López Obrador señalaba que asegurar las inversiones, promover el desarrollo y sobre todo eliminar la corrupción, generaría un crecimiento de 4% a lo largo del sexenio, duplicando a todo el periodo ‘neoliberal’. Queda claro que no logró ni lo uno, ni lo otro.
Es cierto que, en 2020, la economía nacional se desplomó 8.4% por la pandemia y en 2021 rebotó 6.0%, mientras que para 2022, el PIB creció 3.7% y en 2023 mantuvo un 3.2%, sin embargo, al cierre del año ya no se pudo levantar. Además, el gasto en capital se contrajo 11.86% real y el gasto en inversión física cayó 18.98%.
La cautela por la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), la reorganización del gasto público, la desincentivación de la inversión privada en el sector energético y una recuperación por la pandemia, cuatro veces más lenta que en Estados Unidos, fueron los factores, terminó por afectar el crecimiento económico más allá de lo “ahorrado” por la ‘austeridad republicana’.
Si bien es cierto que el gasto en inversión se concentró en proyectos insignia, principalmente en la región sur del país, se dejaron de lado otros proyectos y no hubo mantenimiento en temas tan necesarios como puertos y carreteras, lo que redujo 25% (respecto a 2018), el PIB en servicios básicos como generación, transmisión, distribución y comercialización de energía eléctrica, suministro de agua y gas natural. Estos elementos son curiosamente los que las empresas requieren para consolidar el fenómeno del nearshoring.
En contraste, el consumo de bienes importados mostró un crecimiento de 32.60%, debido a la apreciación del peso, que en el sexenio acumuló una apreciación de 16.47%. En ese tenor, si se compara el crecimiento del consumo de bienes importados y el crecimiento de consumo de bienes nacionales, no hay registro de una brecha tan grande respecto a otros sexenios al presentar 14.28 vs. 3.07 con EPN, 2.36 con FCH y 3.89 con VFQ.
También, el fenómeno de los programas sociales y la creación de empleo sacó de la pobreza a una tercera parte del país. Terminó con el mito del salario mínimo y desarrolló obras como quizá no había ocurrido en los últimos 4 sexenios.
De acuerdo con datos del economista Gerardo Esquivel, mensualmente se redujo en 100 mil el número de personas que salieron de la pobreza. La duplicación del salario mínimo benefició al 73% de la población, coadyuvó al 33% de los ingresos medios y la reducción del outsourcing ayudó a más de 30 millones de familias. En suma, la economía social fue un parteaguas en el sexenio que acaba de terminar.
Hoy el juego ya está en cancha de Claudia Sheinbaum, quien, en sus primeros discursos, ante el Poder Legislativo y en sus 100 puntos de gobierno, reconoció la importancia de la inversión privada y su intención de protegerla, convirtiendo a nuestro país en un lugar atractivo para la inversión y la relocalización, principalmente en el sector de manufactura de alto valor, creando desarrollos tecnológicos, parques industriales y con una clara muestra de mantener finanzas públicas sanas.