Algunos pronósticos apuntan a un posible desplome del crecimiento de China como lo ocurrido con pujantes economías asiáticas como Malasia y Tailandia. Su deuda sigue preocupando ya que en los últimos años ha ido en aumento en relación a su PIB; en 2023 sus exportaciones registraron su primer retroceso en siete años (una contracción de 6.4%), en parte, por su tensión con Estados Unidos y su lenta recuperación económica; el país también enfrenta problemas en el sector inmobiliario y débil demanda interna.
En diciembre pasado, Moody's (NYSE:MCO) Investors Service recortó su perspectiva sobre los bonos soberanos chinos a negativa ante su creciente carga de deuda. Por su parte, al finalizar el 2023 la calificadora Fitch Ratings informó que mantenía una perspectiva “neutral” sobre su economía, señalando riesgos persistentes por los problemas antes mencionados y una posible ralentización en 2024.
En la última década, el crecimiento de la productividad se ha desacelerado a aproximadamente 1% anual, y si no mejora, el crecimiento del país se estancará. Organismos internacionales han destacado que el país necesita tecnología extranjera para modernizar su industria, pero las crecientes grietas económicas y geopolíticas con Estados Unidos y Occidente podrían afectar su acceso a la tecnología extranjera y a productos de alta tecnología, así como a los mercados de exportación. Además, las acciones del gobierno contra empresas privadas en sectores como los de tecnología, educación y salud han frenado la iniciativa empresarial.
Existen proyecciones más optimistas, las que apuestan por que China evite el descalabro en 2024, ya que el país parece haber esquivado algunos problemas en los últimos años, por ejemplo, las complicaciones que le representaron los cierres por la emergencia sanitaria del 2020. Las autoridades planean incrementar el gasto fiscal durante este año buscando impulsar el crecimiento económico. El nuevo ministro de Finanzas, Lan Foan aseguró que “en este año fiscal se va a establecer un objetivo de déficit y se transferirán fondos para garantizar que el gasto fiscal aumente y desempeñe un papel más destacado a la hora de estimular la demanda nacional”.
Según la CEPAL, China es el segundo socio comercial más importante de América Latina y el Caribe después de los Estados Unidos; ante las recientes cifras de organismos internacionales, vemos que ha desplazado a la Unión Europea tanto en las exportaciones como en las importaciones, y su participación ha aumentado en los últimos años en la región a pesar de las implicaciones a causa de la pandemia de COVID-19.
Según el Centro de Comercio Internacional, en 2022 China representó 18% del PIB mundial y 14.4% de las exportaciones de bienes mundiales. Además, representó un 23% de las importaciones mundiales de petróleo crudo y fue el mayor importador de gran parte de los principales metales y minerales (69% de las importaciones mundiales de minerales y concentrados de hierro, 80% de las de aluminio, 58% de las de cobre y 73% de las de níquel).
El desempeño de la economía del país asiático afecta de forma indirecta a América Latina a través de los precios de los productos básicos que algunos países exportan; también hay un efecto directo que se produce a través de la demanda externa de los productos que exportan los países de la región, para los que China es un mercado relevante.