Cerca de 25.000 personas de los 200 países que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se dan cita desde hoy en Madrid en la Cumbre del Clima, COP25.
Políticos, empresarios, ONGs y científicos debatirán sobre cómo combatir los efectos negativos de la acción del hombre en el Planeta, en lo que está ya considerado como una emergencia climática a nivel internacional.
Pero, si atendemos a las conclusiones de la Cumbre de Acción Climática de la ONU celebrada el pasado mes de septiembre, sigue sin haber compromisos claros encima de la mesa, sobre todo por parte de los países más contaminantes.
En mi anterior análisis sobre este tema recordaba que China y Estados Unidos son los dos países más contaminantes del mundo. Juntos provocan casi el 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, principal condicionante del cambio climático.
Esto, unido a la falta de liderazgo internacional en aspectos tan importantes como el cuidado de nuestro Planeta, hace que el panorama sea muy desalentador.
Estados Unidos ha iniciado ya su proceso para salir del Acuerdo de París (acuerdo aprobado en 2015 dentro de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que establece medidas para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, y cuya puesta en marcha comenzaría el próximo año, 2020, cuando finaliza la vigencia del Protocolo de Kioto).
China tampoco parece que dé señales de reducir sus gases de efecto invernadero. Rusia tampoco ha presentado medidas concretas ante la ONU. Y, mirando a nivel global, todavía no hay consenso entre los Veintiocho para lograr el objetivo de cero emisiones en 2050.
Por tanto, se diría que las cumbres del clima parecieran ser una mera fecha en la agenda, una forma de recordar al mundo que los líderes políticos siguen “trabajando en ello”… Pero no hay resultados.
La semana pasada, el Parlamento Europeo aprobó declarar la emergencia climática. Es el primer continente en dar este paso y 20 países se han sumado a esta medida. Pero, ¿para qué sirve? El objetivo es claro: reducir un 45% las emisiones de dióxido de carbono en el año 2030. Pero, ¿con qué medidas?
Mientras el agua avanza sin pausa, engullendo cada vez más y más tierra, parece que la preocupación de las principales potencias sigue siendo otra: guerra comercial, lucha por la supremacía económica mundial…
Hasta que la Madre Naturaleza quiera o nos deje, porque ya no hay marcha atrás.