La racionalización del gasto gubernamental no es una opción, sino una necesidad para prevenir una crisis de deuda y controlar la inflación.
Daniel Lacalle, prominente economista español y gestor de fondos, enfatiza acertadamente en un artículo reciente que fortalecer las finanzas públicas, reducir el déficit y priorizar la austeridad fiscal son medidas esenciales para estabilizar economías en riesgo (como la de México).
Y es que nuestro país enfrenta una combinación peligrosa de desequilibrios fiscales, optimismo excesivo en las proyecciones económicas oficiales y un gasto público que socava su capacidad de crecer de manera sostenible. Si bien en el discurso las políticas del gobierno actual han buscado mitigar la inflación, estas no son lo suficientemente ambiciosas ni creíbles como para evitar mayores riesgos a mediano plazo.
Sin verdadera austeridad en el gasto con equilibrio presupuestario, las promesas de crecer con inflación “baja y estable” no serán más que eso.
En este sentido, Lacalle señala que la inflación siempre es un fenómeno monetario, generado por políticas de emisión excesiva de dinero, deuda y gasto descontrolado que erosionan el poder adquisitivo de los ciudadanos. No hay duda de ello.
En México, esta dinámica se agrava por una dependencia excesiva del gasto público para sostener programas sociales, que no están acompañados de reformas que fortalezcan la productividad, la seguridad ni el estado de derecho, que son elementos indispensables para el crecimiento y desarrollo sostenidos de cualquier nación.
En cambio, el déficit presupuestario acumulado y las proyecciones demasiado optimistas de crecimiento plantean un riesgo directo: si las variables clave, como el tipo de cambio y el crecimiento económico no cumplen con las expectativas en 2025 (algo muy probable), el país enfrentará un aumento de su deuda, mayor inflación y un retroceso en la confianza de los mercados que terminará en una perjudicial degradación crediticia.
Lacalle ilustra cómo un dólar fuerte y una política de reducción del gasto público en Estados Unidos han permitido no solo mitigar la inflación, sino también revitalizar la confianza de los inversores. La inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca no ha hecho mas que reforzar estas expectativas positivas sobre la economía estadounidense.
En ese país, por cierto, la inclusión de figuras como Ron Paul en el Departamento de Eficiencia Gubernamental, bajo la dirección de Elon Musk y Vivek Ramaswamy, demuestra que una estrategia coherente de austeridad puede generar resultados reales y tangibles. Recortar más de 1,350 programas de subsidios y racionalizar un presupuesto inflado, es el objetivo de estos tres personajes.
Por otro lado, el caso de Argentina bajo el liderazgo de Javier Milei muestra cómo eliminar el déficit fiscal puede ser un paso decisivo hacia reducir la inflación de manera sostenida. Ambos casos destacan una lección clave para México, pues la disciplina fiscal y la austeridad no son medidas opcionales, sino INDISPENSABLES para garantizar estabilidad económica.
Para decirlo fuerte y claro: México va hacia una crisis económica y fiscal en el mediano plazo si no comienza ya a ocuparse por solucionar el desbalance fiscal que tiende a agravarse cada año.
Trump no es una amenaza para México, sino para el socialismo
Daniel Lacalle argumenta también que Donald Trump no representa una amenaza directa para México, sino que las verdaderas preocupaciones para el país provienen de sus propios problemas internos. Y es cierto. De acuerdo con el economista español, las políticas proteccionistas y arancelarias anunciadas por Trump no son medidas arbitrarias ni injustificadas, sino herramientas de negociación destinadas a equilibrar las relaciones comerciales, eliminando barreras impuestas por otros países.
El verdadero riesgo para México, por lo tanto, no radica en Trump, sino en el socialismo que ha permeado en las políticas del país. Lacalle destaca que la inacción frente al narco, el tráfico de personas y las barreras burocráticas y arancelarias impuestas por el gobierno mexicano han creado un entorno desfavorable para el crecimiento económico.
Estas políticas no solo dificultan, entorpecen y desalientan la inversión extranjera, sino que también perpetúan la dependencia de los ciudadanos hacia subsidios estatales, debilitando la productividad y la competitividad del país. Una “carrera hacia el fondo”.
Además, Lacalle señala que la respuesta de la administración mexicana ante los aranceles de Trump ha sido infantil y contraproducente, priorizando en el discurso medidas de represalia en lugar de buscar soluciones que fortalezcan la economía nacional. Este enfoque, en lugar de proteger a México, lo aísla aún más del comercio global y de las oportunidades que el llamado “nearshoring” podría traer al país.
En palabras de Lacalle, “México tiene todo que perder en una guerra comercial con Estados Unidos.” Las políticas de Trump, aunque polémicas, no son la raíz de los problemas económicos mexicanos.
Por el contrario, las decisiones internas, como la politización de la justicia, las trabas a la inversión y el gasto descontrolado, representan una amenaza mucho mayor para la prosperidad del país, y estos, son riesgos internos que desde el oficialismo y la popularidad del gobierno, no se quieren ver.
Sólo la prevención a tiempo por parte de los inversionistas avezados les permitirá sacar provecho de un rumbo negativo que, de no corregirse, perjudicará a la mayoría en beneficio de una minoría que sí sepa protegerse a tiempo de los errores de los gobernantes, con activos refugio.