En mayo de 2015 el banco estadounidense JP Morgan (N:JPM), uno de los más grandes del mundo, recomendó a sus inversionistas salirse de posiciones de inversión en bonos costarricenses; un alto déficit fiscal y pocas expectativas de un paquete fiscal hicieron que los analistas de la entidad vieran el precio de los bonos como caro. La noticia, que tuvo mucha difusión en Costa Rica, fue una de las alertas de que el mundo se mostraba preocupado sobre el deterioro de las finanzas públicas.
Dicha noticia, así como varios eventos en los mercados internacionales, que redujeron el apetito por deuda de países emergentes, hizo que los precios de los bonos costarricenses se ajustaran a la baja y el rendimiento subiera, al tener estos una relación inversa. A manera de ejemplo, el bono a 10 años pasó de rendir un 5,7% al cierre de 2014 a un máximo del 6,9% en diciembre del año pasado, es decir, unos 120 puntos base más arriba.
No obstante, este premio adicional es el que provocó que el mismo banco ajustara su expectativa sobre la deuda de Costa Rica y en su más reciente revisión cambió la recomendación de “vender” por “mantener”. El documento, sin embargo, señala que la recomendación no está basada en un cambio de los fundamentales del país, debido a la reducida posibilidad de que se apruebe un plan que revierta el deterioro fiscal, sino porque el ajuste ha hecho que el rendimiento de los bonos sea, ahora, atractivo.
El Programa Macroeconómico, dado a conocer la semana pasada, tampoco incluye la posibilidad de una reforma, por lo que pronostica un aumento de la deuda y del déficit.
El anuncio del influyente banco y, según nuestra consideración, la esperada recuperación económica que se vería en 2016 ya han cambiado la tendencia de los bonos ticos. La mayoría, de hecho, ya se ha estabilizado e incluso algunos muestran subidas de hasta 2 puntos en su precio, como es el caso del bono con vencimiento a 2025 y el del 2023.
De esta forma, y aunque el cambio en la opinión del banco y del mercado internacional es positivo para el país, la falta de medidas que ataquen el problema de fondo sigue manteniendo a los inversionistas internacionales con cierto recelo, por lo que no debería de esperarse una recuperación muy significativa en el corto plazo.