El Banco Mundial ha revisado su previsión de crecimiento económico del África subsahariana para 2024 al 3%, lo que supone una disminución respecto al 3,4% previsto anteriormente. El ajuste se atribuye en gran medida al impacto perjudicial de la guerra civil en curso en Sudán sobre la economía del país. A pesar de este revés, se espera que el crecimiento de la región supere la tasa del 2,4% del año pasado, impulsado por un aumento del consumo privado y la inversión.
Andrew Dabalen, economista jefe del Banco Mundial para la región de África, describió la actual recuperación económica como "básicamente a marcha lenta". El informe del Banco, Africa's Pulse, también ofrecía unas perspectivas más optimistas para 2025, anticipando una tasa de crecimiento del 3,9%, ligeramente superior a la estimación anterior del 3,8%.
El informe sugiere que la moderación de la inflación podría conducir a una reducción de los elevados tipos de interés fijados por los responsables políticos. No obstante, advierte que las previsiones de crecimiento son susceptibles de riesgos significativos planteados por los conflictos armados y los acontecimientos relacionados con el clima, incluidas sequías, inundaciones y ciclones.
El conflicto de Sudán ha afectado profundamente a la actividad económica regional, provocando hambruna y desplazamientos. Sin estos problemas, el Banco Mundial estima que la tasa de crecimiento habría sido medio punto porcentual superior, coincidiendo con la previsión inicial realizada en abril.
Se prevé que Sudáfrica, la economía más avanzada de la región, crezca un 1,1% este año y un 1,6% en 2025, mejorando la tasa de crecimiento del 0,7% del año pasado. Se espera que la economía de Nigeria crezca un 3,3% este año y un 3,6% en 2025. Kenia, la nación más rica de África Oriental, registrará probablemente una tasa de crecimiento del 5% este año.
La región experimentó una sólida tasa media de crecimiento del 5,3% anual entre 2000 y 2014, impulsada por un superciclo de materias primas. Sin embargo, el posterior desplome de los precios de las materias primas y la pandemia de COVID-19 han ralentizado la producción económica. Dabalen advirtió que una desaceleración prolongada podría ser "catastrófica", destacando la necesidad de una inversión sustancial para acelerar la recuperación y reducir la pobreza.
El informe también señala retos como los elevados costes del servicio de la deuda, que se han visto exacerbados por el paso del crédito de bajo coste al endeudamiento en los mercados financieros. Países como Kenia sufrieron protestas contra las subidas de impuestos en junio y julio debido a estas tensiones financieras. La deuda externa total de la región ha aumentado hasta aproximadamente 500.000 millones de dólares, frente a los 150.000 millones de hace más de una década y media, y una parte significativa se debe a inversores del mercado de bonos y a China.
Algunos países, como Chad, Zambia, Ghana y Etiopía, han incurrido en impago en los últimos cuatro años. Mientras que Chad, Zambia y Ghana han completado la reestructuración de su deuda dentro de la iniciativa del Marco Común del G20, Etiopía sigue en proceso de reestructuración de su deuda. Dabalen subrayó la importancia de resolver estos problemas de deuda para evitar una incertidumbre perjudicial tanto para los países como para los acreedores.
Reuters ha contribuido a este artículo.
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