En un significativo cambio de política, China ha anunciado planes para emitir este año bonos soberanos por valor de unos 2 billones de yuanes (284.000 millones de dólares). Los fondos de esta emisión se destinarán a subvencionar la compra de bienes de consumo y la manutención de los hijos, con el objetivo de transferir riqueza directamente a las manos de los hogares.
Esta medida se aparta del tradicional modelo de crecimiento de China, impulsado por la inversión, y se considera un intento de estimular la demanda de los hogares para alcanzar el objetivo de crecimiento del país para 2024.
Los economistas llevan tiempo instando a Pekín a centrarse en impulsar el consumo para evitar un periodo prolongado de bajo crecimiento similar al que experimentó Japón en la década de 1990. Se espera que el estímulo contribuya a que el crecimiento de China repunte hasta cerca del 5% en 2024, una recuperación respecto a los recientes resultados económicos por debajo de lo previsto.
El modelo económico actual de China se ha caracterizado por una fuerte inversión en bienes inmuebles, infraestructuras e industria, lo que ha provocado un exceso de capacidad y un aumento significativo de la deuda al disminuir el rendimiento de las inversiones. Los economistas señalan que el gasto de los hogares en China es inferior al 40% de la producción económica anual, unos 20 puntos porcentuales por debajo de la media mundial, mientras que la inversión está 20 puntos por encima.
Corregir este desequilibrio no es una solución rápida. Japón tardó 17 años en aumentar la proporción del consumo en su producción económica en 10 puntos porcentuales, tras tocar fondo en 1991.
Michael Pettis, investigador principal de Carnegie China, ha expresado que el actual esfuerzo fiscal no es indicativo de un auténtico reequilibrio estructural. En su lugar, se requiere un cambio significativo en el modelo económico, invirtiendo la tendencia en la que los hogares han estado subvencionando la inversión y la producción.
Las políticas socioeconómicas vigentes han favorecido históricamente la inversión frente al consumo. Los hogares se han enfrentado a retos como los bajos tipos de interés de los depósitos, la debilidad de los derechos laborales y sobre la tierra y una red de seguridad social insuficiente, todo lo cual ha contribuido a reducir los ingresos.
Además, el sistema tributario chino está estructurado para fomentar la inversión y los salarios bajos, con un impuesto sobre las plusvalías del 20%, inferior al de muchos otros países.
Para que China dé realmente poder a los consumidores, sería necesaria una importante revisión coordinada de las políticas, que llevaría varios años. Juan Orts, economista especializado en China de Fathom Consulting, advierte de que reequilibrar la economía hacia el consumo dejando de subvencionar a las empresas manufactureras podría provocar una recesión debido a la reducción del sector manufacturero y a una fuerte caída de la inversión.
A pesar de estos riesgos, se espera que Pekín siga emitiendo deuda para financiar el estímulo en lugar de alterar los mecanismos de distribución de la renta entre empresas, gobierno y hogares.
Pettis advierte de que si Pekín no transforma su modelo de crecimiento, los desequilibrios persistirán, lo que podría dejar a China ante retos similares en el futuro sin el beneficio de un balance limpio del gobierno central para gestionar posibles perturbaciones.
Reuters ha contribuido a este artículo.
Este artículo fue traducido con la ayuda de inteligencia artificial. Para obtener más información, consulte nuestros Términos de Uso.