18 mayo (Sentido Común) - A inicios del año pasado, los mexicanos pusieron el grito en el cielo por el alza de entre 14 y 20% que registró el precio de la gasolina.
Ante el férreo control que hasta entonces ejercía el gobierno en el costo de los combustibles, el aumento sorprendió a muchos mexicanos, acostumbrados hasta entonces a variaciones controladas.
Sin embargo, frente a la decisión del gobierno de liberar los precios de esos combustibles para dejar de subsidiarlos y crear las condiciones que permitan la llegada de capitales privados a diversas actividades como la venta, transporte, almacenamiento y distribución de petrolíferos, las autoridades optaron por subir las gasolinas.
Claro que esto irritó a muchos, incluso a quienes no adquieren combustibles por el temor, a la postre infundado, de que los aumentos generarían una escalada de precios igual o mayor. (Los precios en 2017 aumentaron menos. La inflación del año pasado fue de poco más de 6%).
Muchos políticos y medios de comunicación, ante el malestar social, bautizaron el alza de precios como un "gasolinazo", un vocablo que con frecuencia hoy se utiliza ante cualquier alza de los precios de las gasolinas, y con el que de alguna manera tratan de indicar que los incrementos se debe a una acción premeditada, y ventajosa de las autoridades.
Sin embargo, nada es más alejado de la realidad. Si ese fuese el caso, sólo bastaría voltear a Estados Unidos para deducir que los aumentos a los precios de las gasolinas no tienen ninguna otra intención más que reflejar la evolución natural del precio de un bien, en cuya producción intervienen múltiples factores, como los precios internacionales del crudo o la materia prima para elaborar gasolinas.
De hecho, en los primeros cuatro meses del año los precios de ese combustible en Estados Unidos subieron 14.4%, algo que acá se hubiera etiquetado como "gasolinazo", pero que allá es sólo una fluctuación más del precio de un bien más.
En México, el precio de la gasolina en el periodo enero-abril aumentó menos --9.8%. Gracias, en buena medida, a que el gobierno mexicano ha optado por reducir el monto de impuestos que cobra a la gasolina.
El impuesto que el gobierno ha recortado en meses pasados para evitar esa alza de las gasolinas es el Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS) y que las autoridades cobran por litro de gasolina.
Para muchos expertos, la reducción al IEPS no es más que un subsidio gubernamental para los propietarios de vehículos.
Claro que la acción muy probablemente forzará al gobierno a incrementar los impuestos cuando los precios de las gasolinas a nivel internacional comiencen a descender a fin de equilibrar el impacto sobre las finanzas públicas de recortar el IEPS.
"En el evento que bajaran los precios en Estados Unidos, no nos va a bajar a nosotros, lo que va a hacer es que se va a corregir el subsidio por la importación", dijo Raymundo Tenorio, director de los programas de economía en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, en entrevista telefónica.
En un mundo ideal, los aumentos a los precios de las gasolinas en México y Estados Unidos deberían ser muy similares porque México importa, principalmente del país vecino del norte, cerca de 76% de la gasolina que consume, pero esto no ha ocurrido así por la menor carga fiscal.
Claro que también en ese mundo ideal, los mexicanos podrían, al igual que los estadounidenses, observar no sólo alzas sino también caídas en los precios de los combustibles cuando estás ocurrieran.
Por ejemplo, entre abril de 2014 y febrero de 2016, el precio de la gasolina en Estados Unidos bajó 51.6%. Acá, en cambio, subió por los controles de precio que ejercía en ese entonces el gobierno.
"Si se pagara el mismo componente de impuestos que se paga en otro país, como Estados Unidos, posiblemente sí tuviéramos precios más bajos", dijo Tenorio, en la entrevista telefónica.
Los precios de las gasolinas podrían también descender si la infraestructura para transportar, almacenar y distribuir combustibles que comienza a edificar los capitales privados hace más eficiente esa industria y permite hacer llegar los combustibles de una manera más económica a los consumidores finales.
Claro que para que esto ocurre, el próximo gobierno deberá no sólo mantener la reforma energética sino continuar con la creación de las condiciones adecuadas para que los capitales privados, que comienzan a participar en diversas actividades en la cadena de valor de los combustibles, puedan seguir haciéndolo. (Redacción Sentido Común)