por Francisco Delgado Castillo
Infosel, agosto. 25.- Hasta antes de que la pandemia de coronavirus covid-19 estropeara la actividad económica mundial, los banqueros mexicanos solían identificar la última década como su mejor momento en la historia al lograr una buena rentabilidad y alta calidad de activos.
Con la llegada de la pandemia de covid-19, que muy probablemente provoque la peor recesión económica del país en al menos 80 años, muchos, sin embargo, se preguntan si la banca mexicana, tras esa buena etapa, no volverá a convertirse en un sector al que habrá que rescatar, como ya ha ocurrido antes.
Para nada, dijeron banqueros y analistas del sector.
La situación actual del sector bancario nacional, gracias a las múltiples acciones que ha tomado a lo largo de los años para superar esas viejas etapas de estrés y crisis, permiten casi asegurar que si bien la banca está lejos de estar en un lecho de rosas por la parálisis económica que vivió el país en parte de marzo y durante todo abril y mayo, goza hoy de una solidez que hace prever a muchos que, en lo general, superará bien los nuevos retos que enfrenta.
De hecho, algunos creen que la fortaleza de la banca podrá ser una herramienta adicional para que el país pueda salir de su difícil situación actual, si las condiciones económicas mejoran y el gobierno recupera la confianza de los inversionistas. Dos condicionantes complicados pero no necesariamente imposibles.
Si se dan, los especialistas creen que los bancos, tras las duras experiencias pasadas y por sus actividades naturales, podrían detonar un repunte de la actividad económica, aun cuando sus directivos saben que la prudencia y el cuidado serán también claves para que el sector no pierda lo mucho que ha ganado en la última década.
"Las heridas y cicatrices que tenemos en el sector financiero de México de 1976 al año 2000 son profundas y fueron recurrentes", dijo en entrevista con Infosel Luis Niño de Rivera, presidente de la Asociación de Bancos de México (ABM), la organización que vela por los intereses del sector. "Los bancos y sus ejecutivos sabemos que la prudencia y el buen manejo del negocio es lo único que mantiene el servicio bancario en buenas condiciones".
Los dos episodios que quizá fueron los más complicados para el sector en los últimos 40 años ocurrieron en las décadas de los ochenta y noventa.
El primero fue cuando el entonces presidente José López Portillo, con una economía asediada por una abultada deuda, que se veía impagable por el desplome del precio del crudo en los mercados internacionales, decidió nacionalizar la banca en 1982, acusándola de haber propiciado la fuga de capitales y de generar, por esa acción, la devaluación de la moneda que el mandatario había prometido defender "como un perro".
La pérdida de valor de la moneda en ese entonces incrementó en consecuencia el monto de la deuda externa denominada en monedas extranjeras, haciéndola prácticamente impagable para un gobierno que carecía de reservas internacionales para respaldar sus obligaciones financieras internacionales.
Una década después, tras la re-privatización apalancada del sector por parte del presidente Carlos Salinas de Gortari, los bancos estaban en una situación de debilidad financiera al momento de la otra gran devaluación de la moneda que determinó el gobierno del presidente Ernesto Zedillo a finales de 1994 y a unos días de haber tomado el poder.
La devaluación y su consecuente alza de precios, llevó a las autoridades monetarias a elevar las tasas de interés a niveles superiores a 100% anual, lo que hizo que millones de mexicanos fuesen incapaces de pagar sus adeudos bancarios, dejando a esas instituciones al borde de la quiebra. El gobierno tuvo que intervenir para rescatar a los bancos y asumir sus miltimillonarios adeudos.
Como consecuencia, la economía mexicana registró su peor recesión desde los años treinta de ese siglo al contraerse más de 6%.
Tras ese episodio, conocido internacionalmente como la Crisis del Tequila, comenzó un proceso de restructuración del sector financiero, con la implementación de una mayor regulación y la llegada de reconocidos bancos internacionales al país, como BBVA (MC:BBVA), Banco Santander (MC:SAN) y Citigroup (NYSE:C), que tomaron el control de los bancos más grandes.
"La verdad es que sí, con las crisis financieras que tuvimos muy recurrentes y muy profundas, la banca realmente quedó en una situación muy difícil", dijo en entrevista un experto bursátil, quien por muchos años analizó el sector, pero que al ya no hacerlo prefirió omitir su nombre. "Eso permitió meter estándares cada vez más estrictos y cada vez mejores para que eso no volviera a suceder en México".
Claro que México no fue la única oveja negra. En distintos países de todos los continentes el sistema financiero padeció a finales del siglo pasado al estar cada vez más interconectado.
Pero incluso, los efectos dominó que provocaban crisis de pago nacionales o quiebras bancarias importantes, como la del banco alemán Herstatt Bank, inspiró a los líderes de los bancos centrales de las principales economías del mundo a generar un comité de supervisión internacional con sede en Basilea, Suiza desde la década de los setenta del siglo pasado.
Es desde ese comité de donde han provenido recomendaciones globales para prevenir esos efectos en cascadas de las crisis originadas en el sector financiero.
Las recomendaciones desde Basilea se han venido transformando conforme aparecen huecos en los sistemas regulatorios del sector bancario y que por lo general desembocan también en nuevas problemáticas, como la crisis de los bonos hipotecarios estadounidenses, mejor conocidos como subprime, de 2007. Esa crisis alcanzó niveles globales, provocando una nueva actualización de la regulación bancaria, hoy conocida en su conjunto como Basilea III.
Esos lineamientos, enfocados en administración de riesgos, metodologías de medición y seguimiento, activos tóxicos y sujetos a riesgos y prevención de insolvencia, fueron implementados en México antes que en ninguna otra nación.
"Después de la crisis de 1994-1995, la regulación financiera en México sufrió una transformación considerable, llevándola a niveles tan restrictivos, que cuando se quisieron imponer los estándares de Basilea III en la banca a nivel global en 2010, la mayoría protestaron y solicitaron prórrogas, mientras que México estaba prácticamente listo", escribió en abril Gabriel Casillas, director general adjunto de análisis económico y relación con inversionistas en Grupo Financiero Banorte (MX:GFNORTEO), uno de los principales bancos del país y que es controlado principalmente por mexicanos.
Ahora, el sistema financiero está siendo de nuevo puesto a prueba con el peor escenario económico mundial que los expertos calculan desde la Segunda Guerra Mundial, o, en el caso mexicanos desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
En el caso de México, el tamaño de la recesión es tan negativa por los impactos sin precedentes en casi un siglo que ha tenido la pandemia de covid-19, trastocando prácticamente todas las actividades, desde las tiendas de autoservicio, que han visto una derrama económica insospechada por el confinamiento de los ciudadanos, hasta las cadenas hoteleras o las aerolíneas, que están enfrentando procesos de reestructuración ante el desplome de la demanda de sus servicios.
En resumidas cuentas, ningún sector ha quedado intacto de las consecuencias del nuevo padecimiento, incluido el bancario.
Claro que ahora, a diferencia de ayer, nadie espera un desenlace catastrófico para la banca en su conjunto.
Eso tampoco significa que no habrá perdedores en la industria. Si bien, nadie anticipa una crisis en el sector financiero, gracias a la extraordinaria generación de reservas por el potencial deterioro de sus activos, la caída de ganancias de los bancos, junto con el incremento de la morosidad de algunos actores y la liquidación de Banco Ahorro Famsa por esos problemas, han encendido algunas alertas, aún y cuando era de cierta manera esperado, más cuando algunas de las instituciones mostraban ya debilidades anteriores a la llegada del coronavirus, SARS-CoV-2.
"Banco Famsa es una institución que ya estaba muy mal desde antes de la pandemia, no se veía como algo sostenible en el largo plazo, no era rentable y aparte manejaba dinero con partes relacionadas", dijo otro analista del sector bancario de una casa de bolsa, quien perfirió no ser identificado.
El avance en la regulación apegada a estándares internacionales y la buena rentabilidad de las instituciones financieras mexicanas, ahora mayormente en manos de capital extranjero, les ha permitido estar preparados para situaciones de estrés, de acuerdo con el especialista.
"Aprendimos de una manera muy difícil que la disciplina y el orden es lo único que mantiene bien las finanzas públicas, privadas y el sistema financiero", reconoció Niño de Rivera.
El índice de capitalización y el coeficiente de cobertura de liquidez son dos de los principales indicadores que hablan sobre la sólida capacidad de la banca para hacer frente a sus obligaciones o a situaciones imprevistas de manera que les sea posible evitar enfrentar serios problemas y un eventual colapso
El objetivo de los indicadores "es promover la resistencia a corto plazo del perfil de riesgo de liquidez de los bancos", dice el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea en una publicación sobre el segundo indicador. "Garantiza que los bancos tienen un fondo adecuado de activos líquidos de alta calidad y libres de cargas, que pueden convertirse fácil e inmediatamente en efectivo en los mercados privados, a fin de cubrir sus necesidades de liquidez en un escenario de problemas de liquidez".
Al cierre de junio, cuando para la mayorá de los analistas lo peor de las medidas para contener la pandenmia han quedado atrás, el índice de capitalización del conjunto de 50 bancos mexicanos estuvo en 16.5%, por encima del mínimo regulatorio de 10.5%, mientras que el coeficiente de liquidez estuvo en 224.4%, cuando el mínimo para las más grandes instituciones es de 100%.
Claro que el agregado podría esconder situaciones individuales, pero los seis bancos que son considerados de importancia sistémica por las autoridades --BBVA México, Santander México, Banorte, Citibanamex, HSBC México y Scotiabank--, o cuyos problemas individuales podrían significar dificultades para el sistema, cumplen sobradamente con esos indicadores.
Eso incluso ha permitido a las instituciones implementar medidas para ayudar a sus clientes ante sus propias dificultades económicas, suspendiendo por hasta seis meses el pago de capital e intereses de los créditos activos, lo que benefició a más de nueve millones de personas --físicas o morales-- y significó para la banca no recibir en tiempo más de 66 mil 300 millones de pesos (tres mil millones de dólares).
"Por primera vez en estos 46 años que llevo en el negocio la banca es parte de la solución y no parte del problema", dijo al respecto el presidente de la ABM. "Eso no quiere decir que ya la hicimos".
La situación no significa que los bancos en México no van a sufrir durante la crisis. El gremio ha reconocido que ante la prudencia en el otorgamiento de crédito probablemente lleve a una reducción de la cartera este año. Por lo pronto, esos impactos ya se han observado con la caída de las ganancias de los bancos, en general, en el primer semestre, que incluso fue la mayor para un periodo similar en más de 20 años.
Los bancos, como muchos negocios, van a reflejar la crisis en sus finanzas, pero por ahora no son un foco de atención.