5 sep (Sentido Común) - Para Alejandro González Iñárritu, el cineasta mexicano ganador en dos ocasiones del Óscar al mejor director, la invitación que hizo el presidente Enrique Peña Nieto a Donald J. Trump, el candidato del partido Republicano, para visitar el país y discutir la relación bilateral fue un acto de traición. "Sentí una profunda tristeza, indignación y vergüenza", escribió el director en una columna publicada por el diario español El País, donde narró que supo del encuentro al leer la noticia en su teléfono móvil cuando viajaba por tren de Solana Beach a Los Ángeles, en el estado de California. Los calificativos de violadores, criminales y narcotraficantes que Trump usó para describir a los mexicanos que llegan a trabajar a Estados Unidos en el discurso con el que inició su campaña electoral, además de su intención de edificar un muro a lo largo de la frontera con México, hacían impensable para González Iñárritu que Peña Nieto pudiese invitar al país al empresario convertido en político. "Es avalar y oficializar a quien nos ha insultado, escupido y amenazado por más de un año ante el mundo entero", añadió el cineasta. "Es carecer de dignidad y fortalecer así una campaña política de odio hacia nosotros, hacia media humanidad y hacia las minorías más vulnerables del planeta". González Iñárritu no está solo en las impresiones que dejó el anuncio de la visita de Trump a suelo mexicano y que se concretó el miércoles pasado. El prestigiado historiador y comentarista político, Enrique Krauze, explotó contra la decisión de Peña Nieto al ser entrevistado en el Canal 2 de la televisora Grupo Televisa. "A los tiranos no se las apacigua, a los tiranos se les enfrenta", dijo el autor, en referencia a los rasgos autoritarios que percibe en Trump. Estas reacciones previas al encuentro más lo que ocurrió posteriormente han hecho que Peña Nieto comience a ser visto como alguien quizás más dañino para el país que el propio candidato republicano, aun cuando Trump, durante su breve estancia en el país, tuvo una actitud menos agresiva y suavizó su posturas anti-mexicanas. "Ayer comenté que la invitación a Trump fue innecesaria, inútil y a destiempo", escribió Jorge Castañeda, ex canciller de México en su columna del periódico Milenio. "Me quedé corto. Ha sido un completo desastre". En principio la idea del gobierno de Peña Nieto de intentar acercarse no sólo a Trump, sino también a la candidata del partido Demócrata, Hillary Clinton, no era mala. Los fuertes vínculos económicos que tiene México con el país vecino del norte, desde donde llega la mayor parte de la inversión extranjera para plantas manufactureras, desde donde se envían casi la totalidad de los cerca de 27 mil millones de dólares en remesas al año y donde se consume más de 80% de todo lo que exporta el país, hacen que la relación con Estados Unidos sea de vital importancia para la segunda economía más grande de América Latina. Frente a esta situación, los intentos por acercarse a los dos candidatos presidenciables no podían ser malos, sobre todo cuando el gobierno también tiene otras estrategias para defender los intereses del país en Estados Unidos, como es ayudar a las comunidades de mexicanos allá a registrarse para votar en la próxima elección presidencial. Algunos incluso respaldaron la idea en abstracto de reunirse con Trump o con su equipo de campaña, pues si bien su antagonismo lo dibujaba como enemigo de México, consideraban que un acercamiento podría ayudar a cambiar sus posturas radicales. Bajo esta lógica, los defensores al interior del gobierno de Peña Nieto pensaban que la posibilidad de "apaciguar" a Trump podría tener mejor resultado que la postura de "enfrentarlo" --sobre todo cuando existe un fuerte desbalance de poder en la relación México-Estados Unidos. En un pleito frontal entre México y Trump las dos partes podrían salir perdiendo, pero quien sin duda terminaría más dañado sería el país. por su dependencia económica con Estados Unidos. De ahí que ante la amenaza que representa Trump para México, el gobierno de Peña Nieto decidiera encontrase con el candidato republicano. "El objetivo de que Trump viniera no era simplemente vamos a decirle las cosas que nos molestan", dijo Luis Videgaray, el secretario de Hacienda y Crédito Público, en una entrevista radiofónica con Grupo Fórmula. "El objetivo era mucho más importante para el interés de la nación, era que Trump entendiera el valor de la relación con México, entendiera el valor del comercio". Hasta aquí, nada insensato. Sin embargo, la forma como al final la administración Peña Nieto manejó el acercamiento con Trump ha dejado a muchos círculos de influencia y poder prácticamente desconcertados y enfadados con el presidente de México. La reunión al parecer no sólo fue demasiado espontánea, sino que tuvo una pobre implementación. La agenda no fue clara y se dio sin la garantía de que la invitación sólo se materializaría si México lograba obtener la anuencia de ambos candidatos a la presidencia estadounidense para que esos encuentros tuviesen un tono neutral. Incluso algunos indicaron que ante la caída en las preferencias electorales que ha registrado Trump en las últimas semanas, Peña Nieto pudo haber pospuesto la invitación para tener mayor claridad sobre las posibilidades reales del candidato republicano de ganar --aunque tampoco queda demasiado tiempo: la elección presidencial se realizará en poco más de dos meses, el 8 de noviembre. En un principio, el encuentro arrojó, hasta cierto punto, lo que el gobierno buscó. Si bien Trump no se disculpó de los calificativos que usó para describir a los mexicanos que llegan a Estados Unidos ni cedió en su idea de construir un muro fronterizo, sí suavizó muchas de sus críticas al libre comercio y reiteró el cambio de opinión que había ya comenzado a formular en días anteriores sobre la deportación de millones de connacionales. "Tengo un enorme sentimiento por los trabajadores mexico-estadounidenses", dijo el candidato republicano en la breve conferencia de prensa que se armó tras su encuentro de poco más de una hora con Peña Nieto. "Ellos son trabajadores espectaculares". Videgaray, quien fue pieza clave en la realización del encuentro, dijo que esos cambios de tono fueron logros de la reunión. "Si tú ves lo que dijo el día de hoy en la Ciudad de México es radicalmente distinto de lo que decía hace unos meses, cuando decía que el día uno de su presidencia, si ganaba, iba a cancelar el tratado de libre comercio", dijo el secretario de Hacienda en la entrevista radiofónica. Sin embargo, los buenos resultados pasaron desapercibidos cuando por la noche, en un discurso clave para definir su política migratoria, Trumpo arremetió de nuevo contra México. "El primer día [de mi presidencia] comenzaremos a trabajar en un muro físico, impenetrable en la frontera sur", dijo el candidato republicano en Phoenix, Arizona. "Usaremos la mejor tecnología, incluyendo sensores sobre- y bajo-tierra, torres, vigilancia aérea y vigilantes para suplementar el muro, para encontrar y desactivar túneles y mantendremos a los cárteles de la droga fuera --y México pagará por el muro". Al parecer Trump no tenía la intención de decir eso tras su encuentro en México. Sin embargo, al ver que el presidente Peña Nieto, ante las fuertes críticas que recibió por no confrontar públicamente a Trump en México, envió un tuit en el que reveló que le había dicho que se oponía al muro y que no lo pagaría, el candidato republicano optó por regresar a la retórica que lo había caracterizado, de acuerdo a un reporte del diario estadounidense The Wall Street Journal. Así, lo que pudo ser una victoria para el gobierno de Peña Nieto, se tornó en un aparente fracaso. Los dimes y diretes alrededor del muro, opacaron los avances que se tuvieron en otros temas, muchos menos mediáticos pero de mayor relevancia para México, como es el tratado de libre comercio, la inversión estadounidense en el país y el trato a los connacionales al norte de la frontera. El único resquicio positivo del tumultuoso encuentro Peña Nieto-Trump es que el candidato republicano no pudo contenerse y regresó a su postura radical --algo que muchos creen que le será perjudicial en la carrera presidencial, como ya le venía siendo. De hecho, Clinton, aprovechando que Trump en México no se atrevió a decir durante la conferencia de prensa que obligaría al país a pagar por el muro, pero si lo dijo en Phoenix, lo acusó de mentir y de ser una vergüenza para Estados Unidos en la arena internacional. (Redacción Sentido Común)