El BCRA definió dos zonas de intervención cambiaria con un límite inferior $ 34 y uno superior en $ 44.
Habrá cambios en el rol del COPOM. El BCRA estima para este año un nivel de intervención cambiaria máxima equivalente al 25% de la base monetaria. Datos preliminares indican desaceleración del nivel de atesoramiento privado en septiembre.
El flamante presidente del BCRA, Guido Sandleris, debutó ayer en sociedad con un mea culpa oficial: “subestimamos la velocidad de corregir los desequilibrios heredados”. A partir de ahí comenzó a describir la nueva política monetaria en la que confía permitirá, junto con la política fiscal de déficit primario cero, encauzar las expectativas inflacionarias de la gente a la baja. Así reafirmó que el objetivo prioritario es bajar la inflación, sin fijarse metas. Fue el certificado de defunción del régimen de metas de inflación instaurado por Federico Sturzenegger.
Para ello se comprometen, y definen como ancla nominal del programa monetario, el estricto control sobre la cantidad de dinero de la economía. El objetivo es que la base monetaria, de acá a junio del 2019 crezca 0% nominal, en promedio mensual. Claro que la meta monetaria se ajustará a la estacionalidad de los meses de diciembre y junio, cuando precisamente se incrementa la demanda de dinero. Además, realizarán operaciones diarias de mercado abierto con Leliq con los bancos para cumplir con el objetivo. El mercado irá definiendo así la tasa de interés de las Leliq. Ya no habrá tasa de interés de referencia. Por lo que el rol del COPOM sufrirá cambios. Por ejemplo, decidir los cortes en las subastas diarias de las Leliq. Mientras que en paralelo se continuará con el desarme del stock de Lebac. Una fuente del BCRA explicó frente a los cambios en las tasas de interés que “se permitirá que los bancos tengan más flexibilidad posible para manejar su liquidez”. Por ahora la tasa mínima de 60% será el puntapié inicial. O sea, la cantidad de dinero será exógena y la tasa de Leliq la definirá la oferta y la demanda de liquidez, todo en pos del crecimiento nulo de la base.
Pero además, a esto se suma una estrategia de intervención cambiaria ante cambios bruscos en la volatilidad de los precios. Así habrá una zona de no intervención cambiaria entre los $34 y $44. Esta banda se ajustará diariamente un 3% mensual. Y otra zona de intervención cambiaria cuando el precio baje de $34 o supere los $44. En ese caso el BCRA se compromete a intervenir vendiendo hasta u$s150 millones diarios si pasa el límite superior y a poder realizar compras si cae del inferior. En el caso de vender, el ente monetario se compromete a no esterilizar los pesos emitidos, generando una contracción adicional de la base monetaria, que tendería a corregir la depreciación excesiva. Pero en el caso de compra, sostuvo que ante una señal de aumento de la demanda de dinero podrá decidir aumentar la base respaldada con reservas. “Los límites de las zonas no son paridades fijas a las que se compromete el BCRA. O sea, no habrá una defensa férrea ni del piso ni del techo”, aclaró un miembro del directorio del BCRA. Con respecto a las ventas, explicó que “de acá a fin del 2018 la máxima intervención, tomando 60 días hábiles, será equivalente al 25% de la base monetaria”. Las ventas serán vía subastas diarias de hasta u$s150 millones. Es decir, que hasta fin de año podrán utilizar hasta u$s9.000 millones de las reservas.
Con respecto al dólar, fuentes del BCRA señalaron que por lo visto en setiembre, el nivel de atesoramiento del sector privado (compra de dólares para atesorar) ha bajado sustancialmente. Desde los máximos de u$s300 millones promedio diarios ha caído a niveles de u$s60 millones diarios en la segunda quincena del mes. Datos preliminares del atesoramiento de setiembre apunta a u$s1.500 millones, lo que implica una fuerte caída con relación a los últimos meses de la corrida, pero en consonancia con los niveles vistos en 2016, cuando todo era color de rosa.
Para el BCRA el cóctel de la recesión (caída del nivel de actividad y por ende de los ingresos), el elevado nivel de dolarización y del tipo de cambio real, darán lugar a una sostenida caída del atesoramiento. De esta manera el BCRA confía en que secando la plaza de pesos y teniendo capacidad para intervenir no solo se evitarán episodios de alta volatilidad sino que se irán afectando positivamente las expectativas inflacionarias del mercado. A esto se suma la política fiscal contractiva y el hecho que el BCRA deja de emitir para financiar al Tesoro todo ello debería conducir a una inflación decreciente.
“Queremos que la gente se olvide del ancla cambiaria. Sabemos que se necesita tiempo para que la gente se acostumbre a la nueva forma de intervención que dará liquidez y tranquilidad. Lo que nos anima en este esquema de flotación cambiaria, más el apretón monetario, es que empezamos con un tipo de cambio real muy competitivo”, agregaron desde el BCRA. Una fuente del directorio señaló que la caída de la inflación se empezará a ver a partir de diciembre y enero con una mejora en las expectativas inflacionarias de la gente a 12 meses vistas. Todavía habrá una inflación importante en setiembre, octubre y noviembre”. Con semejante rigidez monetaria la inflación caerá y el riesgo de descontrol inflacionario de los últimos cuatro meses ya no se verá.
Si bien no hay metas inflacionarias, una medida del éxito de la nueva política, será ver entonces cómo responden las expectativas inflacionarias de la gente. Sobre todo en función de las paritarias. En ese sentido, será tan importante la caída de la inflación como la velocidad con que baje. Con relación a la tasa mínima (60%), no sufrirá ajuste hasta tanto no se vea que caen las expectativas inflacionarias y devaluatorias. Finalmente, el BCRA quién espera que vuelva es el carry trade de la mano de las Lecap, ante un dólar y una tasa atractivos. Lo cual, para el BCRA, es una señal de una visión positiva, de los inversores externos, sobre el problema financiero que evidenció la Argentina.