La mayoría de los argentinos vive en un estado de caos financiero similar al que atraviesa el país, con devaluaciones, cepos y reperfilamientos que complican la planificación al interior de cada hogar, incluso en aquellos que supieron ser muy estables.
Aunque muchos creen que nada se puede hacer frente a una ola que golpea de frente, lo cierto es que las crisis económicas constituyen también una gran oportunidad para retomar el control de las variables financieras personales y no abandonarlo jamás. Se trata de un momento similar al que atraviesa quien sufre problemas de salud y entiende que la buena alimentación resulta clave para recuperarse y vivir mejor.
Hay quienes optan por la resignación y repiten “Dios dirá” esperando un milagro que los salve. Una salida más inteligente parece apelar a la formación financiera y el ingenio para capear la tormenta.
En la columna de hoy, repasaremos dos fórmulas sobre dinero para rehabilitar nuestras finanzas personales de cara a un 2020 que se anticipa bastante turbulento, principalmente en el primer trimestre del año y en lo que refiere a movimientos de tasas de interés, inflación y tipo de cambio.
1) Ratio de liquidez personal: ¿estamos preparados para las crisis?
En finanzas, el término liquidez refiere a la cualidad que poseen ciertos activos para ser convertidos en dinero de manera inmediata sin que esa conversión derive en una pérdida significativa de su valor.
Cuando poseemos un activo que tiene un mercado donde podemos venderlo con cierta facilidad, decimos que estamos ante un activo líquido. Por el contrario, cuando la venta del activo en cuestión puede demorarse, decimos que estamos ante uno ilíquido. Veamos algunos ejemplos:
Activos líquidos: dinero en efectivo, dólares, euros, reales, depósito en cuenta corriente, depósito en caja de ahorro, acciones de empresas líderes que cotizan en la Bolsa, bonos y obligaciones negociables, cuotapartes de Fondos Comunes de Inversión que cotizan en la Bolsa, Cheques de Pago Diferido.
Activos semilíquidos: aquellos bienes nuevos o usados en buen estado que, gracias al auge de sitios de comercio electrónico pueden venderse con relativa rapidez, como celulares o automóviles.
Activos ilíquidos: casa o departamento, depósito a plazo fijo lejano al vencimiento, campos, maquinaria de escasa demanda, dinero prestado, fondo de comercio.
¿Cómo calculamos entonces nuestro ratio de liquidez personal? Antes de ver un ejemplo debemos introducir el concepto de “pasivo a corto plazo”, que refiere a las erogaciones (gastos) de dinero que debemos afrontar en lo inmediato. Hablamos de una hipoteca o un alquiler, la cuota del colegio de los chicos, la cuota por la compra de un auto y distintos gastos corrientes, como el pago de seguros, la luz, el gas, el teléfono, la comida, entre otros.
Ahora sí podemos calcular nuestra liquidez financiera sabiendo que: Liquidez Personal = Activos Líquidos / Pasivos a Corto Plazo.
Si el resultado fuera inferior a 2, diríamos que se está ante una situación de iliquidez financiera personal que es necesario corregir lo antes posible para no sufrir consecuencias negativas en la economía doméstica.
Tu grado de liquidez financiera personal determinará el efecto que tendrá en tu economía doméstica la próxima situación de crisis que debas enfrentar, ya sea por cuestiones exógenas (crisis económica del país, pérdida general del poder adquisitivo por devaluación y/o inflación) o endógenas (despido laboral, aumento de las deudas personales).
Veámoslo con un ejemplo:
Activos Líquidos:
Pasivos a Corto Plazo:
Liquidez Personal = Activos Líquidos / Pasivos a Corto Plazo = 165.200 / 31.700 = 5,20
El grado de liquidez en este caso hipotético es de 5,20. Podemos afirmar que es alto y que esta persona cuenta una excelente liquidez para ser utilizada en situaciones no previstas.
2) Índice de Cash Flow: para definir qué deuda conviene cancelar primero
Los argentinos están endeudados, muy endeudados. El Índice de Cash Flow es un sistema desarrollado por Garrett Gunderson -autor de varios best sellers en EE.UU.- que prioriza la precancelación de deudas en función del flujo de dinero que cada una de ellas le quita al deudor todos los meses. Esta idea contradice la creencia dominante de que conviene cancelar primero la deuda por la cual se paga un mayor interés nominal.
Se trata del siguiente cálculo: Monto de la deuda a pagar / Pago mínimo mensual
Cuanto más bajo sea el resultado, más urgente será la precancelación de esa deuda.
El Índice de Cash Flow nos dice entonces que, si el número en cuestión da entre 0 y 50, la deuda es muy nociva (o simplemente nociva) para nuestros bolsillos, por lo que conviene precancelarla cuanto antes. Un resultado entre 50 y 100 habla una deuda no tan nociva a la que igual debe prestársele atención para no perder de vista su evolución. De 100 en adelante no sería tan relevante para nuestras finanzas personales. Por ende, los estímulos para su precancelación disminuyen.
Veamos un ejemplo de aplicación del Índice de Cash Flow:
1) Préstamo personal:
Balance a pagar: 20.000 pesos. TNA: 90%. Pago mínimo mensual: 2900 pesos.
2) Préstamo autoahorro:
Balance a pagar: 637.000 pesos. TNA: 0% (ajuste de capital por inflación más gastos administrativos). Pago mínimo mensual: 7900 pesos.
3) Financiación de tarjeta de crédito:
Balance a pagar: 40.000 pesos. TNA 116%. Pago mínimo mensual: 1600 pesos.
Calculamos el Índice de Cash Flow (ICF) para cada uno de los casos:
A simple vista, parecía que el préstamo que convenía pre cancelar es el de la tarjeta de crédito porque tiene la tasa de interés más alta. Sin embargo, el ICF nos dice que el préstamo personal es el indicado teniendo en cuenta la relación entre el monto total adeudado y el importe de la cuota mensual. Al precancelar ese préstamo y no otro, actuamos con eficiencia respecto de nuestros flujos de fondos futuros.
Al mismo tiempo, el ICF nos permite advertir que dos de los tres préstamos contraídos (el personal y el de tarjeta de crédito) conforman un tipo de deuda muy nociva para nuestras finanzas personales, mientras que el plan de autoahorro no pertenecería a ese universo peligroso, aunque hay un detalle que no podemos pasar por alto: se trata de deuda a tasa variable y, si la inflación se sigue disparando, el valor de la cuota aumentará. Lamentablemente, este último es un riesgo muy argentino que algunos libros de finanzas ignoran.
Conclusión
Repasando las fórmulas queda claro que no hace falta ser experto en economía o matemática para aplicarlas. Solo se necesita buena voluntad para volcar nuestros números al papel o la pantalla y comenzar a ordenar nuestra realidad financiera siguiendo reglas claras y adoptando conductas sanas.
Al principio invertirás tiempo. Luego podrás comenzar a invertir ese dinero que antes perdías por falta de control y desorganización.