Está claro que escasean dólares y sobran pesos. Pero nadie debate cual sería la política cambiaria adecuada bajo las circunstancias actuales. El gobierno perdió la iniciativa y responde críticas, pero no propone cambios. Más regulaciones no serían el camino.
El gobierno debería recuperar la iniciativa comunicacional y operacional. El 28 de agosto presentará en sociedad el acuerdo con los bonistas bajo ley extranjera, en septiembre el presupuesto 2021 y en breve se cerrará la reestructuración de la deuda bajo ley nacional. Estas 3 noticias deberían marcar el debate económico, ya que permitirán visualizar el plan del gobierno para enfrentar la administración de recursos escasos y demandas crecientes que tendrá a un año vista.
Para el 2020 se prevé un déficit fiscal primario del 8,8% del PBI, el paquete de ayuda Covid-19 se estima en 4% del PBI, para el 2021 un déficit proyectado del 4,0% sería un gran logro, aunque faltaría mucho para llegar al equilibrio fiscal.
Una economía con semejante déficit dejara como saldo una baja inversión, inflación y pocos pilares para el crecimiento económico.
El gobierno tiene una oportunidad única para crecer en los próximos años. En primer lugar, la reestructuración de la deuda pública en dólares despeja un camino plagado de vencimientos en los próximos años, a partir del 2024 comienza a pagar amortizaciones, que en el 2028 se ponen más pesadas.
En segundo lugar, el déficit fiscal actual lo está financiando con un mix de emisión monetaria y deuda en pesos ajustada por inflación. Respecto al bono ajustado por inflación, tienen la particularidad de capitalizar la inflación corrida que se paga al final, y en él mientras tanto abona modestas rentas, con intereses muy bajos. Una vez más, el gobierno se endeuda pagando flujos de interés muy bajos, y tirando la pelota para adelante con el pago de capital.
En tercer lugar, con el horizonte despejado de vencimientos financieros el gobierno se sentará a negociar con el FMI una reestructuración de deuda. Seguramente tendrá que elegir entre un programa tradicional, un crédito de facilidades extendidas o un programa de asistencia para las emergencias. No somos tarotistas para saber que va a suceder, pero en cualquier caso deberá presentar un plan, es muy probable que refinancie pagos, y no descartaríamos que haya algún desembolso de fondos para ayudar a reactivar la economía.
¿Qué pasará con el dólar?
En el corto plazo, los analistas derraman litros de tinta en debatir acerca de la evolución del tipo de cambio. Se habla de reservas disponibles, netas y la falta de dólares. Habría que aclarar que en el 2015 la Argentina convivió con reservas netas negativas. Esto se produce porque el Banco Central puede recurrir a los dólares que toma prestado vía el crédito chino, organismos internacionales o el Banco Internacional de Pagos. Nada es irremediable y fatal.
En este contexto, creemos que la demanda de dólares no se produce por los números que se reflejan en la contabilidad del Estado, o en el balance del Banco Central, la demanda de moneda extranjera está centrada en un fácil negocio en plaza, sumada a la falta de comunicación y explicitación de un plan económico por parte del gobierno.
Es ridículo debatir acerca de la compra del dólar ahorro, con la actual crisis económica comprar u$s200 a $101 y venderlos a $133 en el mercado informal o $128 en el mercado formal no se lo perderá nadie, ya que dicha ganancia le servirá a una familia para sortear algún problema cotidiano.
Deberíamos repensar si tenemos el diseño cambiario adecuado para el momento que vive el país. No cabe duda que lo ideal sería tener un solo dólar y dejar todo tipo de especulaciones con las variantes ofrecidas en plaza bajo las actuales circunstancias.
Sin embargo, dadas las restricciones económicas y políticas, se debería pensar en otro sistema cambiario, es probable un desdoblamiento cambiario, con un dólar comercial y otro financiero, que ambos sean libres para todos los que participamos en el mercado. Estamos hablando de lo posible no del ideal.
El dólar de $73,50 no luce atrasado, pero si le cargamos las retenciones que tienen la mayoría de los productos está muy atrasado. El dólar de $101 es muy utilizado para realizar compras en el exterior o bien adquirir pasajes para cuando la pandemia sea historia. Es indiscutible que los gastos en tarjeta aumentan y que las exportaciones no crecen. ¿La solución? Eliminar los derechos de exportación y las ventas al exterior mejorarán notablemente. Si el gobierno baja el costo argentino, nadie saldrá a comprar mercadería al mundo exterior, se comprarán en el país porque serán más económicas.
Como ambas soluciones no están en el ADN del gobierno, es muy probable que estas dificultades sean sorteadas con más regulaciones, lo que impulsara a los agentes económicos a buscar atajos, y unos de los caminos posibles es el dólar blue.
Más regulaciones son sinónimos de mayor brecha entre dólar oficial y blue, lo que traerá aparejado más desconfianza y menos crecimiento económico.
Buscar alguna alternativa que haga más transparente al mercado de cambios, sería lo ideal, aunque dicha alternativa no sea la mejor para la economía moderna. Probablemente un mercado desdoblado y con fácil acceso de los agentes económicos sea lo más aconsejable en los tiempos que corren. El gobierno no puede aumentar el impuesto país, ya que si supera niveles del 30% sería confiscatorio y entraría en un problema legal.
Conclusión
El gobierno tiene por delante una gran oportunidad para recuperar la iniciativa en materia de política económica, mostrara una reestructuración de deuda que le despejara el horizonte de grandes vencimientos. En breve presentará el Presupuesto 2021. Está financiando el déficit fiscal con bonos en pesos ajustados por inflación, que no cargan el horizonte inmediato de vencimientos de deuda agobiantes.
El actual sistema cambiario quedó obsoleto, las mini devaluaciones, altas retenciones, el dólar ahorro, el dólar bolsa y contado con liqui, no son las herramientas apropiadas para esta coyuntura, hay que realizar un nuevo programa monetario y cambiario, ponerle parches al existentes es alargar la agonía.
Sin futuro no hay presente, el gobierno deberá convencerse que tiene que poner un plan arriba la mesa, debatir y consensuar con la oposición las leyes fundamentales para que la economía en el 2021 pueda crecer, bajar el déficit fiscal y lograr más creación de empleo.
El gobierno tiene las herramientas para revertir la imagen económica actual, no quisiera creer que, por estar perdido en el laberinto político de la reforma judicial, preconceptos ideológicos o internas partidarias, no las puede llevar adelante.