La Reserva Federal de Estados Unidos atraviesa un mal momento. Hay un debate considerable sobre su política monetaria, dudas reales sobre su aplicación regulatoria, cierta preocupación en torno a la ética de los altos funcionarios y un creciente desacuerdo sobre si el presidente de la Fed, Jerome Powell, es la persona adecuada para continuar en el puesto.
El debate sobre la política monetaria se ha centrado en la inflación, ya que la tasa de subida de los precios sigue siendo elevada y la insistencia de los funcionarios de la Fed en que el repunte es temporal empieza a sonar a palabras vacías. El dato de la inflación de los precios al consumo de agosto se publicará este martes.
Aumenta la presión para que se acelere el calendario de tapering
Todo apunta a que el IPC se situará en el 5,3% interanual y en el 0,4% mensual, pero podría ser más elevado y presionar a los responsables de la política monetaria para que aceleren la reducción de las compras de bonos. El índice de precios al productor, que suele ser un indicador precoz de los precios al consumo, se disparó un 8,3% interanual en agosto ante las limitaciones de la cadena de suministro.
Otro impulso para que la Fed acelere la reducción de las compras de bonos es la creciente controversia sobre el efecto de esta herramienta política no probada en la desigualdad. Karen Petrou, una respetada analista de la política bancaria, ha sido la última en culpar a la Fed de alimentar la desigualdad con una política que perjudica a los ahorradores y premia a los ricos.
En una columna de opinión para Barron's, Petrou compara la obstinada insistencia de la Fed en la compra de activos con el estancamiento de políticas que llevó a Estados Unidos a perder en Vietnam, Irak y Afganistán.
"El problema de los atolladeros en materia de política monetaria no es saber que hay que salir; es salir. ...Cada salida parece bloqueada, así que se encierra cada vez más, pero cuanto más se encierra más peligroso es. Cuanto más perpetúe la Fed los mercados que sólo dependen de la generosidad del banco central, y no del descubrimiento de los precios y la corrección disciplinaria, mayor será el riesgo de que el ineludible tapering conduzca a costosas bajas”.
Reglas relajadas, ética cuestionable; ¿peligra el segundo mandato de Powell?
Mientras tanto, algunos demócratas del Comité Bancario del Senado están criticando a la Fed de Powell por relajar las reglas que se pusieron en marcha tras la crisis financiera de 2008-09 para hacer a los bancos más resistentes, en gran medida exigiendo mayores reservas de capital para absorber las pérdidas. El presidente del comité, Sherrod Brown, pertenece a este grupo, al igual que Elizabeth Warren.
Algunos demócratas del Congreso —aunque la Cámara no tiene voz oficialmente en la selección ni en la confirmación del presidente de la Fed— también quieren que la Fed sea más firme en la lucha contra el cambio climático, especialmente a través de los préstamos bancarios a las industrias de combustibles fósiles.
Cuando la semana pasada salió a la luz que dos de los presidentes de los bancos regionales de la Fed han estado negociando activamente con empresas individuales, incluso cuando las políticas de la Fed apoyaban a los inversores en acciones, se produjo un revuelo en torno a una ética cuestionable.
El presidente de la Fed de Dallas, Robert Kaplan, y el presidente de la Fed de Boston, Eric Rosengren, se comprometieron rápidamente a vender todas sus acciones individuales para finales de este mes y a invertir sólo en fondos pasivos, aunque mantienen que sus inversiones seguían las directrices de la Fed.
Todas estas cuestiones llegan a su punto álgido con la cuestión de si se nombra a Powell para un segundo mandato como presidente de la Fed. La Casa Blanca se ha inclinado hacia un compromiso que mantendría a Powell en el cargo mientras promueve a la reguladora de corte agresivo, Lael Brainard, a vicepresidenta de supervisión y nombra a uno o dos nuevos miembros liberales en la junta de gobernadores.
El mandato de Powell como presidente no termina hasta finales de enero, pero el presidente Joe Biden debería nombrar a alguien pronto.
Sin embargo, el gobierno de Biden también atraviesa un mal momento. La debacle de la retirada de Estados Unidos de Afganistán ha hundido el índice de aprobación del presidente muy por debajo del 50% y se cierne sobre todas las medidas que pueda tomar el Gobierno.
El ambicioso proyecto de ley de gastos por valor de 3,5 billones de dólares que Biden quiere impulsar en el Congreso está encontrando resistencia incluso entre los demócratas, lo que podría torpedear el plan de la Administración de aprobarlo en líneas estrictamente partidistas.
Biden no está contra las cuerdas, pero se ha debilitado políticamente, y es probable que se enfrente a la oposición de una u otra parte contra su decisión sobre el nuevo mandato de la Reserva Federal.