¡Puf! Y de repente ya no están.
Dos miembros del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC) muy bien considerados en la reunión de hace menos de dos semanas no estarán presentes cuando el comité de política monetaria se reúna en noviembre. Eso no ocurre todos los días.
Robert Kaplan, presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas, anunció su dimisión tras revelarse que realizó múltiples operaciones bursátiles millonarias mientras la Fed inflaba los mercados de valores con sus compras de activos. El presidente de la Fed de Boston, Eric Rosengren, también dimitió tras revelarse unas operaciones mucho más discretas, alegando problemas de salud.
Ambos hombres estaban cerca de la edad de jubilación de todos modos, pero el floreciente escándalo ya ha empañado la reputación de la Fed y podría costarle al presidente Jerome Powell su segundo mandato.
Una controversia cada vez mayor; riesgos inflacionarios
Y la cosa no ha terminado. Este fin de semana se conocía que el vicepresidente de la Fed, Richard Clarida, cambió entre 1 y 5 millones de dólares de bonos a acciones en febrero de 2020, el día antes de que Powell anunciara que el inicio de la COVID-19 podría provocar un estímulo monetario masivo por parte del banco central.
No es más que una coincidencia, dice la Fed. Una coincidencia curiosamente oportuna.
Nada de esto son nuevos augurios en cuanto al renombramiento de Powell, incluso aunque sus aliados han reunido apoyo para él. Los editores del Wall Street Journal llegaron a sugerir que el presidente Joe Biden nombró a la profesora de Cornell Saule Omarova directora de la Oficina del Contralor de la Moneda —el regulador bancario más importante después de la propia Fed— con el solo fin de apaciguar a los progresistas y asegurar el renombramiento de Powell.
Omarova, que se crio en la Unión Soviética, se ha pronunciado recientemente a favor del fin de la banca tal y como la conocemos mediante la centralización de los depósitos en la Fed. Los críticos afirman que su nombramiento —que ha llevado nueve meses a la administración— se enfrenta a lo que se denomina un camino pedregoso para su confirmación en un Senado dividido al 50%. Los progresistas podrían salir decepcionados y pedir la cabeza de Powell.
Durante una audiencia celebrada la semana pasada, la senadora Elizabeth Warren, el azote de los bancos, calificó a Powell de "hombre peligroso para dirigir la Reserva Federal" y se comprometió a votar en contra de su renombramiento. Su postura es que Powell ha ido demasiado lejos en la desregulación de los bancos. Le preocupa que "vuelva a llevar a esta economía a un precipicio financiero".
Algo que de alguna forma se ha perdido en las controversias sobre el personal es la creciente sensación de que la inflación no es transitoria. El propio Powell reconoció en una mesa redonda la semana pasada que el ritmo de subida de los precios está durando más de lo que preveía y que continuará hasta el año que viene.
El economista de Harvard Larry Summers, quizá porque cree que a ningún profeta se le honra en su propia tierra, llevó sus advertencias sobre la inflación a un público más receptivo en el diario financiero alemán Handelsblatt. En una entrevista este fin de semana ha reiterado que se están subestimando los riesgos de inflación en Estados Unidos y en todo el mundo. Comparó los riesgos actuales con los de Estados Unidos a finales de la década de 1960, que condujeron a la estanflación de los años 70.
El índice de precios del gasto en consumo personal subió un 0,4% en agosto y un 4,3% en lo que va de año, su mayor subida desde 1991, según datos publicados el viernes. El índice PCE subyacente, del que se excluyen los costes de los alimentos y la energía y es la medida favorita de inflación de la Reserva Federal, ha subido un 0,3% en el conjunto del mes y un 3,6% en lo que va de año.
Pero el tema principal, tratándose de Washington, DC, es la política. El renombramiento de Powell, como demuestra el reproche de Warren, se ha visto envuelto en la división política entre los demócratas, con los progresistas luchando contra los moderados por el alma del partido.
Como bromea el economista Ed Yardeni, puede que sea el mandato de Powell, y no la inflación, lo que resulte transitorio.