El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha rescatado a la Reserva Federal de Estados Unidos al expulsar a su propio presidente del banco central sin ponerle un paracaídas a la divisa del país.
La lira turca se desplomó en los mercados de divisas y los inversores se lanzaron hacia los bonos del Tesoro de Estados Unidos, subiendo los precios y lastrando el rendimiento.
El rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años de referencia había subido por encima del 1.7% a finales de la semana pasada después de que el presidente de la Fed, Jerome Powell, reiterara la nueva postura del banco central sobre la tolerancia a la inflación y anunciara que permitiría una exención temporal que permitiera a los bancos no contar los activos sin riesgo como los bonos del Tesoro a la hora de calcular el coeficiente de apalancamiento complementario. A partir del 31 de marzo, los bancos volverán a necesitar capital para cubrir los activos del Tesoro.
El lunes, el rendimiento de los bonos a 10 años retrocedió por debajo del 1.69% durante un tiempo para después volver al 1.7% (el rendimiento de los bonos se mueven inversamente a los precios) pues los inversores decidieron que el dólar estadounidense era una apuesta más segura que la lira turca. Erdogan no es economista, pero es un gobernante autocrático que hace lo que le da la gana y no estaba nada contento con la política de altas tasas de interés de su ya derrocado presidente del banco central, Naci Agbal.
El desafortunado Agbal, un exministro de Finanzas, creía que era necesario seguir subiendo las tasas de interés para que la gente no abandonara a la lira. Parece que tenía razón.
El rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a 30 años, que había alcanzado el 2.5% la semana pasada, también ha descendido hasta situarse por debajo del 2.4%.
La semana que viene comparecerán numerosos miembros del Comité Federal de Mercado Abierto de política monetaria, pero si siguen en la línea de la Fed de tolerar la inflación para impulsar el empleo, no es probable que inspiren confianza a los inversores de bonos. Es mejor no perder de vista la lira turca.
Los analistas en general creen que el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense seguirá subiendo, y consideran que un aumento del rendimiento de los bonos a 10 años por encima del 2% es una posibilidad real.
El Tesoro mantendrá su fuerte endeudamiento esta semana, y la subasta de 62,000 millones de dólares en bonos a siete años del jueves será particularmente interesante tras la malograda subasta del 25 de febrero, cuando la débil demanda de bonos a siete años desató un frenesí de venta.
El Banco Central Europeo, fiel a su palabra, impulsó sus compras de bonos alrededor del 50% en la última semana, comprando unos 21,000 millones de euros de bonos gubernamentales y corporativos en su programa de compra de emergencia.
No es que los inversores necesitaran más incentivos para huir a la seguridad de los bonos gubernamentales, ya que la debacle del despliegue de vacunas de la Unión Europea y las nuevas medidas de confinamiento han enturbiado las perspectivas de recuperación económica del bloque.
La conmoción en Turquía ha sacudido también los mercados europeos. El rendimiento del bund alemán a 10 años cayó unos 3 puntos básicos hasta situarse en -0.322, para después repuntar por encima de -0.310, mientras que el rendimiento de los bonos de Italia a 10 años se registraron pérdidas de aproximadamente 1 punto básico.
La demanda de bonos soberanos es tan elevada que incluso Grecia fue capaz de vender 2,500 millones de euros en bonos a 30 años la semana pasada a un rendimiento inferior al 2%. La emisión recaudó más de 26,000 millones de euros en ofertas, siguiendo el patrón de sobresuscripción masiva de las emisiones de bonos de la eurozona.
Países más grandes como España e Italia, que todavía tienen rendimientos positivos, están recaudando más de 100,000 millones de euros en ofertas iniciales para nuevas emisiones a medida que las compras del BCE impulsan la demanda. Los analistas murmuran sobre una inflación en las carteras de pedidos, quejándose de que ya no son un indicador preciso de la demanda real.