La longevidad es un tema central para las economías globales, pues a medida que las expectativas de vida aumentan y las tasas de natalidad disminuyen, las implicaciones para el crecimiento económico, los sistemas de pensiones y los mercados laborales son profundas.
En su más reciente informe, Paul Walsh, analista de Morgan Stanley (NYSE:MS), advierte que las poblaciones envejecidas están empezando a alterar el panorama económico y corporativo a un ritmo alarmante.
Walsh asegura que el envejecimiento de la población trae consigo el gran desafío de aumentar la tasa de dependencia. Este indicador, que mide la proporción de personas mayores de 65 años en relación con la población en edad de trabajar, se espera que se duplique en la mayoría de los países del G20 para 2060. Un aumento de esta magnitud amenaza con ejercer una presión significativa sobre los sistemas de salud, las pensiones públicas y el crecimiento del PIB a largo plazo.
El analista señala que en economías desarrolladas como Europa y Japón, donde las tasas de natalidad han estado cayendo durante décadas, los efectos ya se están sintiendo. En Europa, por ejemplo, se proyecta que la población en edad de trabajar se reducirá en un 6.4% para 2040. Esta contracción resultará, según cálculos de Morgan Stanley, en una reducción del crecimiento del PIB de la zona euro en 25 puntos base por año entre 2025 y 2040, acumulando una caída del 4% del PIB para ese año.
El envejecimiento de la población no es una tendencia exclusiva de Europa. Japón y Corea del Sur, por ejemplo, están lidiando con retos similares, donde los gobiernos en estas regiones han estado implementando políticas dirigidas a mitigar los efectos de la longevidad, como el aumento de la participación femenina en la fuerza laboral y el incentivo a la migración. Sin embargo, los efectos de estas políticas suelen tardar décadas en manifestarse.
Aun así, según el análisis de Walsh, las oportunidades de revertir las tendencias decrecientes de crecimiento existen, pero requieren acciones políticas inmediatas y contundentes.
Uno de los aspectos más interesantes del informe de Morgan Stanley es su análisis sobre posibles soluciones a los problemas que plantea la longevidad. Entre ellas, destacan tres: aumentar la participación femenina en la fuerza laboral, fomentar la migración y elevar la edad de jubilación.
Asimismo, Walsh destaca que esta transformación en los sistemas pensionarios representa una oportunidad significativa para las industrias de gestión de activos y seguros. Se espera que los ingresos en este sector, relacionados de manera directa con la longevidad, crezcan de manera considerable. Este crecimiento estará impulsado principalmente por un aumento en las asignaciones a mercados privados, el traslado de activos financieros en cuentas de jubilación y la expansión de los servicios de asesoría financiera a una mayor proporción de la población.
¿México va hacia atrás en su sistema de pensiones?
Lo expuesto arriba nos lleva a pensar seriamente en si nuestro país va por el rumbo correcto en la sostenibilidad de su sistema de pensiones de retiro a largo plazo. La llegada de la llamada “4T” desde el sexenio anterior y su “segundo piso” en el actual, dejan muy claro que el giro que se dio a finales del siglo XX hacia un sistema de cuentas individuales – en las que las personas asuman un rol más activo en el fondeo de su pensión de retiro-, tiene los días contados.
En este momento, de hecho, el Estado está volviendo a jugar un papel primordial con las llamadas “Pensiones del bienestar”, que incluyen a más personas cada día y con montos más elevados.
Si bien en el corto plazo esto no parece representar todavía un problema grave de finanzas públicas – más allá del incumplimiento de la promesa de un recorte en el déficit fiscal-, lo cierto es que de cara a las próximas décadas la insostenibilidad de los “apoyos sociales” y de las “pensiones del bienestar”, resulta evidente.
Por si fuera poco, con más de 6 billones de pesos administrados este año, es muy probable que el actual Sistema de Ahorro para el Retiro se convierta en un jugoso objetivo del gobierno en turno en los próximos años, y con una mayoría calificada y el poder centralizado en su totalidad, no habrá fuerzas políticas ni sociales que puedan evitar una posible confiscación de las cuentas individuales de los trabajadores.
Desde luego, de trata por ahora de una especulación, pero la evidencia y la historia nos demuestran que los gobiernos suelen buscar soluciones de corto plazo a problemas de largo aliento, aunque eso signifique “patear la bomba” para más tarde.