En el complejo entramado de la economía global, los BRICS —agrupación de países conformada inicialmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— han ganado cada vez más protagonismo. Esta coalición, que en un principio parecía un mero acrónimo para describir mercados emergentes con un alto potencial de crecimiento, ha pasado a convertirse en un bloque que busca redefinir las reglas del juego financiero. Uno de sus objetivos a largo plazo es reducir la dependencia del dólar estadounidense como moneda de referencia en el comercio internacional y promover acuerdos bilaterales en divisas locales, lo que podría transformar las dinámicas del poder económico global.
La relación histórica con el dólar
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el dólar se ha consolidado como la moneda hegemónica para el comercio internacional, la inversión y la acumulación de reservas. Su rol clave en el sistema financiero global se vio reforzado con la creación del Bretton Woods en 1944 y su posterior influencia en instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Sin embargo, la supremacía del billete verde ha generado críticas, ya que otorga a Estados Unidos la capacidad de imponer sanciones financieras, influir en el costo de financiamiento externo y regular la liquidez global según sus propios intereses.
La estrategia de los BRICS
Los BRICS han articulado en las últimas décadas diversas estrategias para reducir la dependencia del dólar. Entre estas se encuentran la creación de mecanismos financieros propios, como el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), destinado a financiar proyectos de infraestructura en países miembros y asociados, y el Acuerdo Contingente de Reservas (CRA), que pretende funcionar como un fondo anticrisis alternativo al FMI. Asimismo, algunos países del bloque han impulsado acuerdos comerciales en sus propias monedas y están explorando iniciativas para la emisión de una divisa común respaldada por una canasta de commodities y reservas internacionales.
El papel geopolítico en el cambio de la balanza monetaria
Este desafío no se trata únicamente de una cuestión financiera, sino también geopolítica. Reducir la influencia del dólar significaría para las potencias emergentes aliviar la presión de las políticas monetarias estadounidenses, estabilizar el comercio frente a la volatilidad del tipo de cambio y ganar mayor autonomía en la formulación de políticas internas. Para China, por ejemplo, impulsar el yuan como moneda de referencia es parte de su estrategia a largo plazo para consolidarse como una superpotencia económica y geopolítica. Del mismo modo, Rusia busca alejarse del sistema dominado por el dólar para sortear las sanciones y fortalecer su soberanía financiera. Brasil, India y Sudáfrica, con sus propias prioridades, se ven atraídos por la perspectiva de un sistema más multipolar, menos dependiente de los ciclos de la economía estadounidense.
Obstáculos y perspectivas a futuro
No obstante, desbancar al dólar de su posición dominante no es una tarea sencilla. El dólar no solo es la moneda más utilizada para el comercio internacional, sino que las deudas soberanas, las reservas de los bancos centrales y las materias primas más importantes (como el petróleo) todavía se cotizan, mayoritariamente, en la moneda estadounidense. Además, la credibilidad y estabilidad del dólar, sostenida por la fortaleza de las instituciones económicas y políticas de EE. UU., son factores difíciles de replicar.
La transición hacia un sistema multipolar en términos monetarios será lenta y dependerá tanto de la coordinación interna entre los BRICS como de su capacidad para generar confianza y estabilidad. Los inversionistas, bancos centrales y actores globales deberán ver ventajas reales, en términos de liquidez, seguridad y previsibilidad, antes de abrazar nuevos esquemas monetarios. Aun así, la mera existencia de este debate, respaldado por acciones concretas de los BRICS, indica que el dominio del dólar ya no se percibe como inamovible.
Conclusión
La confrontación simbólica y estratégica entre los BRICS y el dólar representa uno de los grandes ejes del reordenamiento global en el siglo XXI. No estamos ante un cambio inmediato ni asegurado, pero el cuestionamiento de la supremacía del dólar revela el surgimiento de un mundo más complejo y fragmentado, en el que las nuevas potencias emergentes buscan mayor influencia y autonomía. El desenlace de este pulso monetario y político tendrá implicaciones profundas para la arquitectura financiera internacional, la formulación de políticas internas y la distribución del poder económico global en las décadas por venir.