Arriba, abajo, arriba, abajo: el rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense repunta mientras los inversores tratan de equilibrar las preocupaciones en torno a la inflación con la inquietud por una desaceleración económica mundial, o incluso una recesión.
Buenas y malas noticias: los datos son contradictorios y la economía no tiene un rumbo claro. El rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense cayó el lunes hasta situarse justo por debajo del 2,9%, tras haber subido cerca del 3,2% la semana pasada.
Los analistas técnicos dan mucha importancia a la incapacidad de los bonos a 10 años para mantenerse por encima de ese nivel del 3%, y dicen con confianza que, si no lo ha superado ya, ya no lo hará. Ya veremos, pero la bola de cristal definitivamente no augura nada bueno.
Lo que hemos visto en el pasado inmediato es que los inversores se apresuran a deshacerse de los bonos del Tesoro si la inflación se calienta. La lectura del índice de precios al consumo de abril publicada la semana pasada fue del 8,3% anual, por debajo del 8,5% de marzo, aunque superó las previsiones que hablaban de un 8,1% y no supone ninguna prueba de que la inflación haya tocado techo.
Las opiniones varían, pero cada vez hay más consenso en que la inflación seguirá manteniéndose en niveles bastante elevados.
Mientras el rendimiento de los bonos del Tesoro sube y baja, el dólar va de menos a más y ahora se acerca a la paridad con el euro, que hace unas semanas se compraba a 1,20 dólares.
Esto se debe, en parte, a la postura más agresiva de la Reserva Federal en materia de tipos de interés, que llega tarde, pero se adelanta a los planes del Banco Central Europeo, donde los responsables de la política monetaria siguen debatiendo si salir del territorio negativo.
El truco está en que una moneda más fuerte reduce la inflación porque abarata las importaciones, mientras que una moneda más débil exacerba la inflación al encarecerlas.
En este caso, unos tipos de interés más elevados hacen que el dólar sea atractivo y atraiga flujos de entrada, mientras que unos tipos más bajos hacen que el euro sea menos deseable, lo que anima a que el dinero caliente fluya hacia Estados Unidos.
El dilema de los bancos centrales europeos
El director del banco central francés, François Villeroy de Galhau, declaró el lunes que le preocupa que el debilitamiento del euro provoque una inflación aún mayor.
Villeroy de Galhau se ha mantenido en una posición intermedia con respecto a los tipos de interés, pero sus declaraciones hicieron que el rendimiento de los bonos alemanes a 10 años superara brevemente el 1% antes de volver a caer en sintonía con el rendimiento de los bonos del Tesoro. El rendimiento de los bonos alemanes registró máximos en el 1,17% la semana pasada, pero retrocedió hasta el 0,94% a última hora del lunes.
El dilema para los banqueros centrales europeos es la vulnerabilidad de la economía debido a su dependencia del petróleo y el gas rusos.
Los funcionarios de Washington han advertido a sus homólogos de la UE durante años sobre el riesgo de esta dependencia, pero Alemania, en particular, ha hecho caso omiso de sus preocupaciones y ha seguido adelante con un nuevo gasoducto para entregar el gas ruso directamente a Alemania bajo el Mar Báltico. (El gasoducto Nord Stream 2 ha suspendido su actividad).
En Washington hay muy poca schadenfreude por el hecho de que esas advertencias fueran acertadas, ya que la subida de los precios de la energía en Europa no sólo hace subir los precios en Estados Unidos, sino que pone en peligro la economía del continente.
El presidente ruso, Vladimir Putin, sigue permitiendo que fluya el gas, pero está tratando de obligar a Occidente a pagarlo en rublos en represalia por las sanciones impuestas a Rusia por invadir Ucrania, incluida la congelación de las reservas de divisas de Moscú.
Cada vez está más claro que una economía global es algo estupendo cuando todo el mundo juega según las reglas, pero puede provocar enormes trastornos cuando el malo de la película hace cosas malas.
Por si fuera poco, China, la segunda economía del mundo, está aplicando una política de "cero-COVID" con medidas de confinamiento y cuarentenas draconianas que han provocado una enorme caída de la actividad económica.
No es de extrañar que los inversores prudentes prefieran la seguridad del dólar y de los bonos del Tesoro en un entorno tan inestable.