En los oscuros días que siguieron a la quiebra de Lehman Brothers en septiembre de 2008, había pocas personas que no pensasen que estábamos al borde de un colapso económico sin precedente alguno.
Eran días aciagos, donde el pesimismo encumbrado durante los meses anteriores parecía moderado a la luz de la debacle de las grandes fuerzas financieras del mundo.
A seis años de distancia, la percepción es algo diferente, y aunque no existe claridad sobre esa luz brillante, comenzamos a creer que estamos acercándonos al final del túnel. ¿Qué paso en estos años?
Se resumen en dos letras muy sencillas: QE.
El historiador francés, Fernand Braudel, solía decir que la historia del mundo se desarrollaba en dos duraciones: una corta y una larga. La duración corta abarcaba la vida de un hombre o una generación de hombres; mientras la larga, era la duración donde se desarrollaba la historia de las naciones, la de los imperios, y la de los mitos.
La razón por la que aquel año del 2008 fue tan profundo y lleno de enigmas, es porque sucedía que nuestra historia personal, la que va contando nuestra duración corta, coincidía con uno de esos momentos que marcaban el cambio dentro de la duración larga. Hubo un cruce en las duraciones de Braudel, y por esa razón, la última crisis financiera era tan incomprensible, tan única.
En aquel entonces, el dúo de Bernanke y Paulson (quienes habían intervenido en la masacre de Bear Stearns o Fannie Mae y Freddie Mac) daban la esperanza de guante blanco ante el riesgo sistémico que se nos aproximaba, pero al final fue el soliloquio de Bernanke, de cuya clave de sol nacieron los QE, lo que termino por devolverle un poco de armonía a la orquesta de economistas agazapados que no podían resolver la crisis.
De los QE conocimos tres versiones, y un paso intermedio (la operación twist), que consistieron en expresar al máximo la transmisión de política monetaria sobre el ancho y largo de la curva a plazos de Estados Unidos, y su funcionamiento ha sido fuertemente criticado.
Primero, porque es el día en que no sabemos cómo funcionaron. Si fue el simple efecto tradicional de bajar las tasas de largo plazo lo que incentivaba a la economía, si eran los posibles efectos riqueza que se generaron en el mercado, si era el incremento en las expectativas inflacionarias, si fue sólo un factor de confianza en medio de la tempestad de la incertidumbre; o bien, si fue por una simple estrategia de comunicación.
En este último punto hay que enfatizar que mientras las primeras versiones del QE lograron disminuir abruptamente las tasas que se pagan en el mercado por MBS´s y los Treasury, durante el último QE3 se han mostrado fuertes aumentos, lo que implica que el efecto de la “comunicación” de la Fed resultaba más efectivo que los propios estímulos monetarios.
Lo cierto es que desde que los QE llegaron, la hoja de balance de la Reserva Federal de Estados Unidos se incrementó de 900 mil millones de dólares en septiembre de 2008 a cerca 4.5 mil billones de dólares en octubre de 2014, lo que representa cerca de cinco veces el valor de la hoja de balance en 6 años.
¿Se logró algo con esto?, bueno, sea como fuere, la era de la política monetaria ultra laxa coincidió con las ganancias laborales, muy importantes, que apenas el día de ayer, la Fed enumero para dar por finiquitado su programa de estímulos monetarios no convencionales.
De hecho, en plena crisis, la tasa de desempleo llegó a ser del 10% de la fuerza de trabajo en octubre de 2009, e incluso poco antes de anunciar la tercera ronda del QE, la tasa de paro en Estados Unidos llegó al 8.1%. Desde ahí, las ganancias laborales no fueron menores, y hoy la tasa de desempleo con la que se despidieron los estímulos reposa en las 5.9 unidades.
El PIB también ha recuperado un mayor dinamismo, hoy por ejemplo el BEA publicó el crecimiento del PIB de Estados Unidos al tercer trimestre del año, el cual vino en una tasa del 3.5%, inferior al robusto crecimiento del segundo trimestre en 4.6%, pero superior a la expectativa del consenso que estimaba una tasa de 3.0%, gracias tanto al mejor desempeño del sector gobierno, como el crecimiento de la inversión residencial.
Lo más sustancioso, es que aunque las expectativas inflacionarias se han deteriorado radicalmente, hay que reconocer que los estímulos monetarios fueron de tal magnitud que lograron resarcir el pequeño periodo deflacionista que se vivió en los primeros meses de 2009.