Este artículo se publicó en inglés el día 6 de junio de 2017
Durante los últimos siete días, los inversores en activos relacionados con el sector energético se han sentido confundidos por dos grandes decisiones geopolíticas, una en Estados Unidos y otra en Oriente Próximo.
La primera fue la decisión del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos de los acuerdos medioambientales de Paris. Tras el anuncio del jueves del 1 de junio, los precios del petróleo descendieron, lo que algunos vieron como una reacción a la decisión. En realidad, la decisión de Trump no debería haber tenido ningún impacto fundamental en los precios del petróleo a corto plazo. La demanda de gasolina de Estados Unidos no aumentará como resultado de esta decisión, porque Estados Unidos tiene ya importantes regulaciones que imponen normas de eficiencia de combustible y limitan otros usos de combustibles fósiles.
La decisión de Trump puede indicar un deseo de abrir el territorio de Estados Unidos a más perforaciones de petróleo y gas, pero esto debería impactar en los mercados a largo plazo y no a corto plazo. En los mercados de valores, sin embargo, la decisión es sólo un indicio más de que el Gobierno estadounidense podría estar preparándose para reducir los incentivos, subsidios, subvenciones y desgravaciones fiscales que han ayudado a las empresas de energía "verde" durante más de una década.
En la madrugada del lunes, 5 de junio, Arabia Saudí, Bahréin, los Emiratos Árabes Unidos y Egipto cortaron lazos diplomáticos y muchos vínculos comerciales con la vecina Qatar. Estos países se están posicionando en contra de lo que la prensa saudí ha llamado “[el apoyo de] Qatar a múltiples grupos terroristas y sectarios dedicados a perturbar la estabilidad de la región, como los Hermanos Musulmanes, el ISIS (Estado Islámico) y al-Qaeda". (Qatar ha negado que tenga vínculos con grupos terroristas pero no ha negado que pagó a un grupo de al-Qaeda y un grupo iraní a cambio de la recuperación de rehenes cataríes en Siria e Irak).
Los futuros sobre el petróleo subieron inmediatamente pero luego rápidamente descendieron. Las reacciones iniciales de los observadores internacionales incluyeron advertencias acerca de que Qatar declararía la guerra a Arabia Saudí, que Qatar abandonaría la OPEP, o que Qatar gravitaría hacia Irán, resultando todas en una mayor tensión en el Oriente Próximo. Todas estas situaciones terribles entrañarían una mayor inestabilidad en Oriente Próximo. Ninguna de ellas es probable.
Qatar no puede declararle la guerra a Arabia Saudí, porque carece de personal y equipamiento militar y no puede cruzar un desierto. Tampoco va a abandonar la OPEP, porque es un productor de petróleo pequeño y perdería toda influencia (aunque es un importante exportador de gas natural licuado). Además, los países de la OPEP siempre han mantenido su relación de cártel, a pesar de los conflictos políticos o diplomáticos, incluyendo importantes guerras. Qatar podría fortalecer sus vínculos con Irán, pero el Emir de Qatar podría ver los ejemplos contemporáneos de Siria y Yemen como advertencias, que son ahora emplazamientos de guerras indirectas de Irán.
El auténtico propósito de la decisión de los cuatro países árabes es aislar a Qatar para que se reforme, contribuyendo así a una mayor estabilidad en la región. Estos países utilizan las presiones económicas y diplomáticas, del mismo modo que lo hace Naciones Unidas cuando impone sanciones contra los Estados antisociales. El impacto en la industria del gas y el petróleo de Qatar seguramente sea mínimo y parece limitado a algunas cuestiones menores de recarga de cisternas y problemas en los puertos del Golfo Pérsico.
La gente de Qatar (que obtienen el 40% de sus alimentos de Arabia Saudí) y las empresas cataríes, como las líneas aéreas, serán las que se vean perjudicadas. Esta presión puede obligar el Emir a ajustar la que durante mucho tiempo se ha considerado una postura relajada por parte de Qatar en cuanto a las organizaciones terroristas.