Las medidas adoptadas por el nuevo presidente Mauricio Macri han sido dirigidas principalmente al sector agropecuario. La devaluación y la quita de las retenciones han favorecido en ese sentido a los productores al poder vender sus productos a un precio mayor. Si bien ha habido posiciones encontradas al respecto, algunos consideran que esto implica una enorme redistribución de la riqueza desde los sectores más pudientes (menos ingresos para el Estado) hacia las clases "terratenientes y oligárquicas".
Un segundo. Ordenemos el análisis. En primer lugar, ¿realmente ha favorecido a los productores? ¿En cuánto lo ha hecho? Y por otro lado, ¿implica semejante redistribución de ingresos? Veamos un poco la situación:
Curiosamente, a pesar de ser la tierra el factor de producción con mayores ventajas comparativas con que cuenta la Argentina, ha sido el menos considerado a la hora de diseñar políticas económicas. Sólo se lo ha favorecido y ha sido traído a la memoria cuando los precios de los commodities han tocado precios máximos o cuando el país estaba en serios problemas económicos y necesitaba de la generación de divisas genuinas para hacer reaccionar la producción.
En el primer caso, es lógico y estamos de acuerdo que el Estado intervenga para realizar una transferencia de recursos progresiva desde los sectores que más tienen hacia los que menos recursos poseen (la utilización que se le han dado a esos recursos excede el alcance de esta nota y daría pie a un libro dedicado a ello). El punto a destacar en esto es que esa transferencia ha intentado ser confistcatoria y regresiva en ocasiones debido al elevado porcentaje de retenciones que se le ha aplicado, las cuales se calculan sobre la venta y no sobre lo que realmente tiene de ganancia el productor.
A su vez, distinto a lo que pasa en otros países como por ejemplo Estados Unidos en donde si un productor pierde su cosecha por factores extraordinarios o tiene pérdidas debido a los ciclos de precios el Estado los subsidia, los gobiernos argentinos no han apoyado o tomado medidas equilibradas en el tiempo destinadas a atenuar los malos momentos del sector y fomentar la actividad considerando la importancia del mismo para la economía.
Para visualizar mejor esto y no entrar en confusiones, parecida es la situación de un maratonista. Su entrenador puede recomendarle que realice una maratón de forma aeróbica y corra toda la carrera a una velocidad media y constante (políticas equilibradas en el tiempo) o que lo haga de forma anaeróbica realizando tramos a toda velocidad y otros a paso de hombre (políticas cíclicas desarrolladas hasta hoy). Adivinen de qué forma corren todos los maratonistas...
Cabe la pena aclarar que nadie pretende que el Estado subsidie absolutamente todas las pérdidas del productor (como sucede con las energéticas) ya que el fracaso de una campaña también depende de factores propios de cada uno. Pero sí conformar, entre otras medidas, fondos de riesgo destinados a aliviar campañas afectadas por riesgos no controlables, como el clima.
Aquí quiero detenerme a hacer una diferenciación que me parece más que importante: el productor no es el mismo (en la mayoría de los casos y al menos no el pequeño y mediano) que aquel que acopia y exporta los granos. Con lo cual el productor no es el que automáticamente gana dinero al producirse una devaluación o disminución de retenciones (debe esperar el ciclo de los cultivos) y no olvidemos que a éste también le aumentan los costos ya sea por estar nominados en dólares o por aumento de costos directos (cosecha, fumigación y siembra).
Pasemos a ver el desagregado de los costos que tiene el productor:
Un productor que sembró soja para vender recibirá al cabo de todo el ciclo el 19,66% del precio final de exportación. En el camino la porción más importante se la lleva el Estado con el 42% del ingreso. Por otro lado, los gastos directos que tiene asociado el productor representan una porción similar de ello. Recordemos que la baja en retenciones en la oleaginosa fue del 5%, con lo cual el año pasado el productor se estaba quedando tan sólo con el 14,66%.
Cabe la pena aclarar que ese porcentaje que recibe el productor no es ganancia neta, aun queda por restarle costos indirectos de la actividad (arrendamientos, sueldos, gastos administrativos, etc.). Sin embargo, ya se le está reteniendo el 2% en concepto de impuesto a las ganancias y el 1% de ingresos brutos. Ah! Los ingresos brutos! Todavía el productor debe pagar, con el 19,66% que le quedó, los ingresos brutos que le generan esa venta de soja.
Otro costo importante que tiene el productor es la retención del 8% sobre el IVA que se le queda el Estado. Alguno podría decirme que en realidad ello no es un costo, sino un pasivo del productor que desde el momento que lo cobra debe "apartarlo" para luego depositárselo al fisco. Bueno, eso en parte es cierto. Porque cuando el IVA de los costos supera sistemáticamente al IVA de las ventas, esa porción pasa a ser un costo porque el productor no puede descargarlo.
¿Por qué pasaría ello? Muy simple, la alícuota del IVA ventas en todos los productos agropecuarios (venta de cereales y ganadería) es del 10,5%, mientras que casi todos (por no decir todos) los gastos asociados a la actividad llevan alícuota del IVA del 21%. En resumen, ese 8% que le retienen sería un ingreso disponible para el productor ya que se absorbería con el IVA compras.
Y si bien no a todas las empresas le sucede eso, ¿por qué no eliminar esa retención y dejar que aquel que tenga IVA a pagar lo deposite y aquel que no, se beneficie con ese ingreso? De más está decir que son a las PyMEs a las cuales más les afectan estas retenciones por tener sistemáticamente el problema de alícuotas de IVA sin absorberse.
El día viernes 5 de Agosto, la Bolsa de Comercio de Rosario realizó el mismo análisis determinando que el porcentaje que se lleva el productor es del 18%.
Como si esto fuera poco, además de la poca porción que le queda al productor, es él quien corre con los riesgos más importantes del negocio asociados al clima y a los precios. Son los pequeños y medianos productores los más perjudicados y los menos beneficiados ya que no tienen una cantidad de hectáreas suficientes como para compensar el bajo ingreso con alta cantidad de toneladas. Lo cual sí pueden hacer las grandes empresas con miles de hectáreas.
Conclusión: no hay dudas de que el productor se queda con una porción muy chica de la "torta" en la venta de sus productos. Si bien la disminución del 5% de las retenciones ayudó, aun queda mucho por hacer, ya sea disminuyéndole los riesgos o sacándole costos asociados. Recordemos también la diferencia entre el que exporta directamente y el productor que inicia el proceso asumiendo los mayores riesgos y quedando en la posición más desventajosa.