Por Andrew Cawthorne
CARACAS, 16 mar (Reuters) - Vecinos exasperados tras casi una semana sin agua bloquean con basura una avenida. Enfermeras detienen por una hora el tráfico en la capital agitando carteles para exigir uniformes y medicinas. Ya entrada la noche, otras mujeres deciden golpear sus ollas desde los balcones cuando les cortan la electricidad.
Venezuela es un hervidero de protestas de pequeña escala en comunidades y avenidas por fallas intermitentes en los servicios de agua y electricidad y los reclamos laborales que surgen por la inflación más alta del mundo, en medio de una escasez de alimentos y medicinas agudizada por la merma de los ingresos del país miembro de OPEP tras el desplome de los precios del crudo.
"¿Qué esperan ellos? Que nos quedemos con los brazos cruzados sin hacer nada contra tanta ineptitud", dijo Jonathan Pérez, un joven de 25 años que ayudó a organizar una protesta frente a una oficina del ente estatal que regula el servicio de agua en Caracas, en reclamo por un severo racionamiento del suministro que aplicaron en la barriada donde vive al oeste de Caracas.
Un poco más de 1.000 protestas contabilizó el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social en los dos primeros meses del año, lo que arroja una media de 17 por día a inicios de 2016.
También se registraron 64 saqueos o intentos de saqueo.
"La situación ha empeorado este año. Las protestas aumentaron en número y cada vez son más masivas", dijo la organización sin fines de lucro, crítica a la gestión del presidente Nicolás Maduro.
"Adicionalmente, observamos una acentuación de hechos de violencia en abastos, supermercados, cadenas de farmacias", agregó el Observatorio en su reporte.
La mayoría de las protestas son breves, participan sólo unas pocas decenas de personas y tienen reclamos muy específicos por los problemas que se generan en barrios o lugares de trabajo.
A menudo, funcionarios de la Guardia Nacional y de la policía las disuelven en pocas horas, tras persuadir a los manifestantes que lleven sus reclamos a entes del Estado y permitan remover las barricadas, en tácticas que buscan evitar cualquier enfrentamiento y mantener los episodios al más bajo perfil.
Es común que los disturbios más violentos surjan en las afueras de supermercados, donde cientos de personas en filas aguardan horas bajo el sol para poder comprar alimentos a precios regulados y los forcejeos se registran tan pronto como se comienza a despachar la poca mercancía en existencia.
En la ciudad de San Cristóbal, en el fronterizo estado del Táchira, sin embargo, ha escalado la tensión social y jóvenes que se cubren el rostro han salido a las calles a quemar llantas y realizar otras acciones para exigir directamente la salida de Maduro, obligando a la policía actuar con gases lacrimógenos y cisternas de agua.
San Cristóbal y Caracas fueron los epicentros de fuertes disturbios que se repitieron por meses en las ciudades más pobladas de Venezuela a principios del 2014, y dieron lugar a violentos enfrentamientos en los que fallecieron más de 40 personas.
CAMPAÑA DE LA OPOSICIÓN
A la luz de los resultados económicos oficiales, la sociedad venezolana vive una situación mucho peor a la del 2014.
Las últimas protestas dejan ver un mayor desasosiego de la población por la recesión profunda que golpea al país y acentúa los problemas de abastecimiento de casi todo tipo de medicinas, comida o hasta bombillos y baterías.
La coalición opositora de Venezuela, que acordó buscar todas las vías para deponer a Maduro este año y desencadenar una anticipada elección presidencial, confía en que podrá capitalizar el descontento social y consolidar un movimiento nacional de protesta que incluso lo obligue a renunciar.
Pero esa campaña de calle tuvo un arranque muy tibio el sábado en Caracas y atrajo a unos pocas miles de personas, lo que hace presumir que será difícil transformar el reclamo social en algún cambio político concreto.
La oposición tiene un problema de imagen entre muchos venezolanos, en especial entre los más pobres, que criticaron con fuerza los bloqueos en las calles y choques violentos del 2014.
El gobernante partido socialista acusa a la oposición de agitar la crisis económica que sufren los ciudadanos para provocar hechos violentos que justifiquen un golpe de estado.
Lo cierto es que hasta ahora las espontáneas movilizaciones de calle parecen no avanzar más allá y todavía Venezuela no vive un auge de protestas masivas que amenacen seriamente la gobernabilidad de Maduro.
Pero existe el riesgo, sin embargo, de que algún incidente se convierta en catalizador de un clima más convulso, ya que el malestar por un sombrío futuro económico y político del país es palpable en todas partes.
"El gobierno y la oposición se culpan uno al otro, se pelean entre ellos y no ven el desastre. El pueblo está en el medio sufriendo", dijo Jereli Gil, una recepcionista de un centro de salud, al tiempo que agitaba un aviso junto a sus compañeras, que bloquearon una avenida en Caracas para exigir pagos pendientes y mejores insumos médicos.
A Gil, una madre de 22 años, el sueldo mensual de 11.000 bolívares (unos nueve dólares a la tasa de cambio informal) no le alcanza para costear los gastos de su bebé de dos años de edad, que suben al ritmo que aumenta la escasez de bienes esenciales.
"No encuentro pañales, no encuentro leche. Trabajo de 8 a 5 de la tarde. ¿A qué hora hacemos las colas? Los políticos de ambos lados tienen que dialogar. Su rivalidad no nos ayuda". (Reporte de Andrew Cawthorne, traducido por Corina Pons. Editado por Luis Azuaje)