Por Clement Thibault
Una de las analogías más conocidas del mercado es algo así como: no intentes nunca coger un cuchillo que cae. Cuando se trata del precio del petróleo, sin embargo, puede que debiera aplicarse una nueva versión de la analogía. ¿Y si ya supiéramos que hay un patrón histórico según el cual el cuchillo siempre cae, golpea el suelo y luego rebota pero con el mango hacia ti, en vez de la hoja? ¿Qué haríamos entonces?
El precio del petróleo sigue siendo un cuchillo, por supuesto, y sigue siendo peligroso, pero aún estamos muy lejos de la noción generalmente aceptada del cuchillo que cae. Con los precios de hoy, el petróleo parece ser ese cuchillo indisciplinado. De hecho, históricamente, cuando el petróleo desciende bruscamente, siempre resurge de sus cenizas. Para aquellos valientes que mantuvieron sus posiciones largas cuando estaba en mínimos, aún hay posibilidades de percibir jugosos beneficios en algún momento.
Si tenemos en cuenta los últimos diez años, hemos observado unas cuantas idas y venidas en los precios del petróleo. Aunque los precios se encuentran hoy en su cota más baja de la última década, habiendo descendido un 75% desde el verano de 2014, éste no es el mayor desplome ininterrumpido de los precios en ese periodo de tiempo.
De hecho, ese “honor” pertenece al desplome de seis meses de duración protagonizado por las materias primas entre julio de 2008 y enero de 2009. Durante ese tiempo, los precios del petróleo cayeron la friolera de un 78%, de 147 a 32 USD por barril.
Cronológicamente, la primera caída grave de los precios de la última década ocurrió entre julio de 2006 y enero de 2007. Durante el verano de 2006, los precios se dispararon hasta los 78 USD por barril al originarse, entre otros acontecimientos, el conflicto Israel-Hezbolá en la frontera norte de Israel.
Entonces los precios empezaron a descender, en parte debido a que el otoño de 2006, temporada de huracanes ‒periodo en que habitualmente se evacuan las plataformas petrolíferas por seguridad de sus trabajadores, disminuyendo así el suministro y haciendo subir los precios‒ fue relativamente benigno. Por lo tanto, la producción continuó sin interrupciones, haciendo bajar los precios, que se habían fijado ya en función de los efectos potenciales de la temporada de huracanes.
En enero de 2007, el barril de petróleo se vendía a poco menos de 50 USD, con una considerable caída del 36,35%. Algunos lectores recordarán lo que pasó a continuación: seis meses después de este descenso, durante el mes de julio de 2007, el petróleo repuntó hasta casi alcanzar de nuevo los precios del año anterior ‒78 USD por barril. Esta recuperación, respaldada por una fuerte demanda de Asia, benefició a los inversores con devoluciones de más del 56% en medio año.
El otro gran desplome de los precios del petróleo de la década ocurrió durante la segunda mitad de 2008. La fuerte demanda de Asia, así como la nueva inyección de efectivo de los inversores, que descubrían el sector de las materias primas, catapultó el petróleo que se adentró en territorio desconocido, llegando a registrar máximos de más de 147 USD.
Poco después, la crisis económica mundial puso el mundo financiero ‒y el petróleo— patas arriba, y los precios del petróleo se dispararon, llegando a alcanzar los 32 USD por barril durante el mes de enero de 2009, con un retorno negativo del -78%. Los pesimistas predijeron el fin del mundo en aquel momento, pero los espabilados optimistas fueron generosamente recompensados.
Los precios del petróleo subieron hasta 73 USD en junio de 2009, un 126% por encima del nivel en que se situara seis meses antes. Muchos actores del mercado consideraron este extraño (y difícil de explicar) repunte el resultado directo del primer programa de expansión cuantitativa de la Fed.
Gráfico: comercio de energía.
La Primavera Árabe de 2010 y la crisis de Libia provocaron una subida de los precios del petróleo en 2011; los precios tocaron techo en mayo, en 114 USD. Posteriormente, la crisis de la deuda griega lastró tanto los valores como las materias primas, haciendo descender los precios con respecto a los máximos registrados anteriormente.
Además, el esperado descenso de la demanda de energía, así como las preocupaciones suscitadas en torno a una posible recesión, hicieron bajar los precios hasta 75 USD en septiembre de ese año, dejándose un 34% de su valor. Y entonces el panorama geopolítico volvió a cambiar.
Irán, enfurecido por las sanciones impuestas contra sus ambiciones nucleares, tenía muertos de miedo a los inversores, que creían que el régimen persa podría cerrar el Estrecho de Ormuz, lo que habría resultado en una reducción global de la energía. Estos temores desembocaron en un repunte de los precios del petróleo, que se situó en 110 USD por barril en marzo de 2012, con un avance del 47% con respecto a los mínimos de noviembre.
Más recientemente, hace un año y medio para ser exactos, el aumento de la producción de petróleo de esquisto de Estados Unidos, junto con el descenso de la demanda global, provocó el tremendo problema de superabundancia que experimentamos a día de hoy. El petróleo ha caído desde 106 USD, máximos de julio de 2014, hasta 43 USD en enero de 2015.
Pero el petróleo es el petróleo, y la volatilidad de los mercados demostró ser muy beneficiosa para aquellos que tenían que coger el cuchillo. La decisión de la Fed de no subir los tipos de interés demasiado rápido, junto con la ralentización de la producción por parte de los perforadores de petróleo de esquisto y la violencia en Yemen, hizo subir de nuevo los precios, hasta 62 USD en mayo de 2015, avanzando un 43% con respeto a los mínimos en que se encontrara a causa de las preocupaciones acerca de la superabundancia.
Claramente aquí hay una tendencia. Primero, deberíamos tener en cuenta que los cambios bruscos de las circunstancias geopolíticas afectan a los precios de las materias primas, incluso aunque la materia prima en cuestión, en este caso el petróleo, tenga una obvia y demostrada tendencia a recuperarse.
Desde la década de 1980, cada vez que Arabia Saudí inundaba el mercado del petróleo ‒básicamente como están haciendo ahora‒ al mismo tiempo el reino reducía también la producción, mientras que sus socios, los miembros de la OPEP también contribuían con algunos recortes, con el fin de impulsar los precios y demostrar su control sobre los mercados de petróleo.
Sin embargo, el panorama actual del mercado del petróleo ha obligado al principal exportador del mundo a mantener su actividad perforadora en máximos históricos, para deshacerse de pequeños actores del mercado como los perforadores de petróleo de esquisto de Estados Unidos o los productores de arena de Canadá, haciéndose a la vez con una cuota de mercado adicional.
Las intenciones de Irán parecen ir por los mismos derroteros. Tras sufrir años de sanciones, Teherán está deseando aumentar la producción hasta que sus niveles se sitúen de nuevo ‒o se acerquen‒ donde estuvieran antes de las sanciones. Esto podría implicar nada menos que otro millón de barriles al día de petróleo iraní inundando un mercado ya muy sobrepasado.
Parece que los precios están disputando una carrera hacia el fondo como nunca antes lo han hecho; una competición que tanto saudís como estadounidenses como iraníes creen que pueden ganar. La pregunta es ¿quién será finalmente el primero en derrumbarse bajo la presión de los bajísimos precios?
Para los inversores, puede que la pregunta sea aún más significativa: ¿cuánto más tardará la tendencia en revertirse para que la recuperación pueda comenzar por fin?