Tendencia anti-globalización. El fuerte impulso que tomó la corriente de globalización en las décadas finales del siglo XX se ha disipado paulatinamente. La aceleración de las tasas de crecimiento a nivel global se puede asociar con una tendencia hacia el libre comercio en la década de los noventas. Asimismo, después de la crisis de 2008, la lenta recuperación de la economía global se puede también atribuir a que los volúmenes de comercio no han recuperado su ritmo de expansión, como se observa en la gráfica abajo. La lenta recuperación en economías avanzadas ha pesado sobre los niveles de bienestar y el empleo. En este contexto, han emergido nuevas personalidades y partidos políticos que tienen el propósito de generar un cambio, un regreso de la inversión a países desarrollados a pesar de su poca competitividad en términos de sueldos y costos por el fortalecimiento de sus respectivas monedas. En Europa, el ejemplo más evidente es la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea. En Estados Unidos, la llegada de Donald J. Trump promete ser un paso atrás para el libre comercio en este país ante los planes del nuevo presidente de revisar, en el mejor de los casos, los acuerdos comerciales de su país con el resto del mundo.
Acciones proteccionistas dentro de sus planes inmediatos de gobierno. Después del shock inicial que supuso la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, los inversionistas han podido empezar a evaluar y dimensionar las implicaciones de dicho resultado. Esto ha sido posible a medida en que el presidente electo ha desvelado cuáles son sus prioridades para el inicio de su administración, entre las que se encuentran acciones francamente proteccionistas. Entre otros, la cancelación inmediata del TPP para ser sustituido por una serie de acuerdos bilaterales. Adicionalmente, México y Canadá serán notificados de las intenciones de Trump en términos del TLCAN. Tal y como lo confirmó Wilbur Ross –nominado a ser Secretario de Comercio-, los integrantes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) serán notificados de los temas principales que Trump desea negociar en su primer día hábil como presidente. Ross ya ha informado a las autoridades canadienses que las normas de origen y disputas en tribunales independientes jugarán un rol esencial en la renegociación de dicho tratado, aunque todavía no es claro si Trump desea renegociar o simplemente salir del acuerdo, situación que se aclararía alrededor del día 200.
¿Qué tanto puede hacer el Presidente de manera unilateral en materia de libre comercio? La Constitución de los Estados Unidos es clara en que el Congreso tiene la facultad de regular el comercio (artículo I, sección 8). Sin embargo, la Ley de Comercio de 1974 establece que el presidente, vía el representante comercial, que en este caso sería Robert Lighthizer, puede establecer sanciones cuando los intereses de la nación se vean comprometidos en materia comercial. Adicionalmente, la Ley de Implementación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (1993) da al presidente la capacidad de modificar las tarifas incluidas en el tratado después de consultar con el Congreso. Esto implica que en el corto plazo, en teoría el Presidente tiene amplios poderes en materia comercial. No obstante, en el largo plazo, Trump podría enfrentar fuertes desafíos judiciales por parte de compañías estadounidenses afectadas y posiblemente por algunos estados, argumentando que el presidente abusó de poderes o invocó estatutos que no fueron creados con ese fin.
En nuestra opinión, el principal objetivo de Trump tiene que ver con China. Como se observa en la gráfica de abajo a la izquierda, desde el inicio de la década de los noventa, el déficit comercial de Estados Unidos se ha incrementado significativamente al pasar de niveles alrededor de 1.5% del PIB a 4.3% a finales de 2015. Esto se relaciona con dos factores principalmente; (1) la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) en 1992; y (2) el acceso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 2001. Si bien en la década de los noventa los tratados de libre comercio –y la tendencia de globalización en general-, tenían una racionalidad económica, en los últimos años está tendencia ha sido sustituida por una racionalidad más bien geopolítica. En este contexto, el crecimiento de China como potencia económica global y su área de influencia han afectado a Estados Unidos. El acceso de China a la OMC en 2001 se permitió estipulando que no sería tratada como una economía de mercado por lo menos en los siguientes 15 años. Así, desde 2009, Estados Unidos ha adoptado medidas proteccionistas en contra de China, cuyo superávit con Estados Unidos no ha hecho más que incrementarse, como se muestra en la gráfica abajo a la derecha, a costa del sector manufacturero en Estados Unidos. Adicionalmente, los intereses de las dos naciones han divergido a partir de la crisis de 2009, con China haciendo un cambio estructural a una economía basada en el consumo doméstico.