Este jueves, Banco de México anuncia su decisión de política monetaria. Todo parece indicar que volverá a recortar en 50 puntos base para dejarla en 5.0%.
Cuatro elementos justificarían esta decisión: 1) la tasa anual de inflación se mantiene dentro del rango de la autoridad monetaria; 2) débil actividad económica del país, con posibilidad de deterioro más profundo; 3) margen de maniobra para seguir bajando tasas por las reducciones que ya hizo la FED; 4) pocas alternativas de inversión en deuda gubernamental de inversionistas extranjeros ya que todos los países han bajado sus tasas de interés y México sigue siendo de las más atractivas.
Como se ha mostrado en las minutas de las últimas reuniones de política monetaria, los miembros de la Junta de Gobierno tienen opiniones divididas en torno a la velocidad de la disminución de las tasas de interés.
En CIBanco consideramos que la adopción de un enfoque más agresivo de política monetaria en México, con el objetivo de estimular la recuperación implicaría incurrir en riesgos elevados a cambio de un impacto modesto en la actividad económica. El problema de contracción económica del país (y del mundo) no se va a resolver con una política monetaria laxa (expansiva).
Algunos miembros de la Junta de Gobierno de Banxico consideran que las menores tasas de interés ayudarán a promover el otorgamiento de crédito conforme a las medidas impulsadas por Banco de México. Esta aseveración es difícil de probar, y la evidencia empírica demuestra que en época de crisis económica, la demanda de crédito se contrae de forma significativa.
La realidad es que Banxico ha seguido el curso que ha implementado la FED en torno a los niveles de recortar tasas de interés, aunque no con el mismo vigor y velocidad que el banco estadounidense.
La principal razón es que en los últimos años Banxico ha sido muy cuidadoso de no romper con las expectativas de los agentes económicos en el tema de la inflación.
Mucho tiene que ver en esa lógica de actuar que aunque en los últimos meses los precios al consumidor han bajado (a tasa anual), esto se explica en gran medida por el rubro no-subyacente (incluye bienes volátiles como energéticos y agropecuarios). En meses recientes este indicador ha registrado mínimos históricos, con tasas cercanas a cero o, incluso, negativas.
En contraste con el desplome de la inflación no subyacente, extrañamente el rubro subyacente se ha mantenido virtualmente estable, con un promedio de 3.7% y mínimas variaciones.
También influye el impacto que puede tener una baja de tasas en el tipo de cambio y en su “traspaso” a los precios. El riesgo de la decisión es que pudiera traer una reacción negativa de los inversionistas extranjeros financieros que tienen en su poder deuda interna mexicana por el atractivo diferencial de tasas entre México y EUA, presionando al peso mexicano y pudiendo incrementar los costos de productos importados y con ello la inflación. En esta ocasión, la reacción inicial de la moneda mexicana podría ser de depreciación entre 10-30 centavos. Como ha sucedido en anteriores reuniones, este impacto cambiario sería temporal, de corta duración.
A partir del nivel del 5.0% en la tasa de fondeo, decisiones de bajas adicionales serán difíciles de tomar por parte del Banco Central mexicano. Para el corto y mediano plazo, aunque el choque actual generado por la pandemia del COVID-19 y la distorsión generada en los mercados financieros globales hace más difícil saber cuál debe ser la conducción eficaz de política monetaria, la expectativa del mercado es que Banxico pueda volver a recortar su tasa de fondeo en por lo menos otros 50 puntos base en lo que resta del año. Con ello, concluiría el 2020 en 4.50%.
A ese nivel consideramos que Banxico se mantendrá por varios meses. Sin embargo, como se desarrolle la crisis en México a finales del año y principios del próximo, y si la Reserva Federal en EUA aumente para entonces sus estímulos monetarios, sabremos si Banxico busque bajas adicionales, digamos hacia el 4.0%.