Los nuevos casos de la variante Delta del COVID-19 que se siguen registrando en diversas partes del mundo, están aumentando la preocupación sobre los efectos que puede volver a provocar en la economía mundial, y en forma particular en China por ser uno de los principales consumidores de materias primas como el petróleo, el cobre y otros productos que están presentando caídas importantes en sus precios.
A esta situación hay que añadir la posibilidad de que la Reserva Federal de Estados Unidos estaría programando para los próximos meses el principio del “tapering” es decir el retiro de fondos para la compra de bonos, lo que implica una reducción en la liquidez global.
De esta forma, la volatilidad en los mercados financieros parece que está aumentando. Por un lado, el dólar se fortalece frente a la mayoría de las monedas en el mundo. Asimismo, el índice DY que compara al dólar con las seis principales monedas, subió a 92.98 puntos desde 92.17 que cerró en julio, mientras que los treasuries de 10 años alcanzaron un rendimiento de 1.325% en el primer día de la semana, siendo este el nivel más alto desde el pasado 14 de julio.
En el mercado neoyorquino el cierre del lunes fue mixto, con pérdidas de 0.30% y 0.09% el índice Dow Jones y S&P-500, respectivamente, mientras el Nasdaq se defendió con ganancia de 0.16%, y aunque todavía mantienen señales técnicas positivas estos índices, es evidente que ya muestran cierto agotamiento. Sin embargo, todavía hay un “tanque de oxígeno” con la aprobación a la ley de infraestructura por parte del Senado de EUA por un billón de dólares, y está en discusión un proyecto por US$3.5 billones para el gasto social y la inmigración.
En México, la Bolsa medida por el índice S&P/BMV IPC acumuló el lunes cuatro jornadas seguidas a la baja, cerrando en 50,900.5 unidades, confirmando señales técnicas de debilidad, aunque todavía está por encima de su media móvil de un mes en 50,420.
El tipo de cambio cerró en $20.066 con lo que mantiene la tendencia hacia $20.20-20.30.