Parece ser que el 2018 ha sido un año que ha dejado al bitcoin en una etapa de incertidumbre. Haciendo un recuento, recordemos la “explosión de la burbuja” a mediados de enero pasado y que dejó su precio alrededor de los 6,000 USD dólares a inicios del mes de febrero. Después de ese acontecimiento el bitcoin mostró una recuperación ubicándose aproximadamente en los 11,000 USD dólares para dejarlo en los 10,000 USD dólares (al momento de esta redacción).
Los que son optimistas, creen que a mediados de este año, se alcanzarán nuevos precios máximos, es decir, que el precio regresara al menos a los 20, 000 dólares lo cual parece ser que será difícil volverlo a ver. La afirmación anterior puede tener diversas causas; sin embargo, existe una lógica si pensamos en las razones por las que aumentan los precios. Considerando el semestre del año anterior, miles de personas comenzaron a invertir por mera especulación, incluso sin tener conocimiento alguno y el fenómeno se convirtió en una burbuja. Como era de esperarse, la caída representó un golpe bastante duro sobre todo para quienes se animaron a comprar cuando los precios se encontraron en el punto más elevado. Ante esta situación, muchos quedaron decepcionados y enfadados con la brutal caída y prefirieron retirarse antes de seguir perdiendo, algunos otros probablemente aún se mantengan con la ilusión de encontrar nuevos máximos históricos y al menos, recuperar un poco.
El problema de aquellos que mantienen su inversión en bitcoin, es que los nuevos máximos históricos podrían darse sólo ante una nueva euforia, y a modo de reflexión, ¿cuáles serían las causas que provocarían nuevamente dicho entusiasmo ante tanta la incertidumbre que permea en este momento? Aunque resulta un poco contradictorio, responder la pregunta en este momento tiene sentido si se analizan los factores que no le resultan favorables.
Retomando el aspecto de los precios, vale la pena pensar en la forma en cómo entendemos los aumentos en los precios. La euforia fue pronunciada en los dos últimos meses de 2017 puesto que fuimos testigos de cómo la criptomoneda pasó de ubicarse en 7,000 USD dólares a casi 20,000 USD dólares. En términos relativos estaríamos hablando alrededor del 200% y si hacemos la comparación del aumento que se registró del 2016 a 2017, donde el precio tuvo una variación de 400 USD a 1,200 USD dólares, tendríamos aproximadamente un 300% lo cual es significativamente mayor; sin embargo ante los ojos de la mayoría, esos aumentos irracionales provocan un mayor entusiasmo al tratarse de cantidades estratosféricas como lo fueron los 20,000 dólares y en este momento, considerando los efectos de otras burbujas, resulta complicado que dicho efecto vuelva a acontecer por el antecedente especulativo suscitado.
El aspecto tecnológico
Otro aspecto importante que vale la pena mencionar es la tecnología subyacente, particularmente la blockchain. Para hablar de esta tecnología, consideremos primero el ciclo de vida de la tecnología representado por la curva S de Foster (1987), que incluye cuatro etapas: creación, crecimiento, madurez y saturación o declive. Resulta necesario mencionarlo puesto que es interesante pensar en qué etapa se encuentran tanto el bitcoin como la blockchain debido a que, a juzgar por lo acontecido en meses anteriores, pensaríamos la criptomoneda llegó rápidamente a la etapa de saturación, aunque no quede del todo claro si en algún momento encontró su madurez. No obstante, esto no sucede la blockchain la cual nos hace intuir que probablemente se encuentre en la etapa de crecimiento.
Pensar en la blockchain es trascendente para determinar cómo podría encaminarse el bitcoin puesto que lo que vemos con mayor frecuencia, es que diversas instituciones de diferentes ámbitos han decidido experimentar con dicha tecnología prescindiendo del bitcoin y, en este punto, lanzo la pregunta: ¿qué sucederá cuando sean más instituciones las que desarrollen sus propias criptomonedas o tokens? La respuesta podría conducirnos a pensar que, si cada entidad incorpora la tecnología dentro de sus procesos ya sean de logística, pagos, elecciones presidenciales, etc., entonces habrá una oferta desmedida de criptomonedas y tokens (consideremos que al día de hoy son más de 1,500). De lo anterior se deriva otra pregunta, ¿cuál será la criptomoneda que prospere?
En este momento no lo podemos determinar, sin embargo es posible encontrar una respuesta si hacemos una analogía con las divisas. En general, una divisa adquiere fortaleza porque es mundialmente aceptada; en el caso de las criptomonedas probablemente sucederá algo similar. Para ejemplificar lo anterior, pensemos en Ripple, ¿qué sucedería si en el corto plazo los bancos decidieran asociarse y permitir la entrada de Ripple en sus sistemas?, o ¿si algún país tomara la decisión de reconocer sólo a esa criptomoneda para realizar pagos de cualquier índole? Evidentemente su popularidad provocaría un aumento en su precio, incluso, desplazando a las demás en términos de rendimientos. En síntesis, la clave está en el alcance de una masa crítica.
Nuevos proyectos en mente
Recordemos que el bitcoin fue creado por el seudónimo de Nakamoto; sin embargo, fue Gavin Andresen quien implementó el protocolo y desarrolló el programa para comenzar con la generación de bitcoin y así crear la Fundación Bitcoin. Sin embargo, al día de hoy Gavin Andresen se encuentra enfocado en otro tipo de proyectos e innovaciones como el Random Sanity Project, un "servicio gratuito de código abierto para ayudar a identificar e informar sobre los errores de RNG (Random Numbers Generation)” y aunque es beneficioso para bitcoin, ya que ayudará a prevenir posibles vulneraciones de seguridad, no está directamente asociado con la criptomoneda debido a que éste es un proyecto independiente para ayudar a los sistemas monetarios digitales. Aunque no está claro en qué medida, lo mismo sucede con Vitalik Buterin (creador de Ethereum), Charlie Lee (fundador de Litecoin) o Roger Ver (director de Bitcoin.com) quienes se encuentran en la búsqueda de nuevos proyectos e implementaciones.
En concreto, las organizaciones se han dado cuenta que el verdadero valor está en la tecnología implícita y los beneficios que le pueden dejar. Por lo tanto, si el bitcoin deja de ser popular, dejará de ser demandado y su precio seguirá disminuyendo y es por ello que probablemente ya no sea rentable seguir invirtiendo. Es por ello que vale la pena no desestimar los dos aspectos principales que tiene en contra y que resultan una amenaza para su mercado: el desarrollo de más criptomonedas y los persistentes bloqueos por parte de los gobiernos. Resulta complicado concebir nuevos aumentos en su precio sin la apertura por parte de las instituciones y las nuevas estrategias y modelos de negocio que pudieran desarrollar las empresas a partir de la blockchain.