Sin un proceso de inversión perfectamente diseñado y ejecutado, todo se convierte en riesgo. El proceso no lo es todo, pero sin proceso, nos convertimos en inversores muy poco fiables.
Todos los inversores necesitan un proceso, en primer lugar para evitar las trampas a las que nos somete nuestro cerebro, y en segundo, porque nos permite aprender de nuestros errores.
“A strong investment process is easy to describe, challenging to implement, and rewarding when done well.”
(Jeff Miller)
Como ya hemos comentado en varios posts, el ser humano es irracionalmente racional, estamos expuestos a las trampas de nuestro propio cerebro, a los sesgos cognoscitivos. Al menos a muchos de ellos. Y es precisamente por ello, que todo inversor necesita un proceso que le aleje de sus emociones. Esas emociones que le desvíen de su objetivo, y le hagan cometer errores no deseados.
Nuestro cerebro está, de manera figurada, subdividido en dos: uno que toma las decisiones impulsivas y otro mucho más reflexivo (el libro Thinking Fast and Slow habla en profundidad sobre este tema y sus implicaciones). Para hacernos una idea, el impulsivo es el que “instintivamente” nos haría correr cuando viésemos acercarse un león a toda velocidad. En ese momento de peligro, no nos ponemos a racionalizar la situación, nuestro cerebro adopta una reacción de pura supervivencia ante un peligro inminente.
La inversión es una actividad que genera tensión (semejante al peligro), donde nos jugamos algo tan valorado como nuestro propio dinero, y que está sometido a una incertidumbre elevada. De hecho, las pérdidas en las inversiones son procesadas en nuestro cerebro en la misma área que los peligros considerados mortales.
En el caso de las inversiones, las consecuencias son financieras, aunque los daños colaterales afecten a otras áreas. Y en el caso de las operaciones quirúrgicas, los efectos son vitales, se toman decisiones de vida o muerte. Pero en ambos casos existen similitudes en cuanto a presión, percepción de peligro, y la necesidad de prever lo imprevisible para evitar catástrofes.
El doctor Keving Fong ha estudiado actividades o áreas donde la toma de decisiones se hace en condiciones de stress elevado, con el fin de extraer lecciones que sirvan a los cirujanos a evitar errores en las mesas de operaciones ( Ver el siguiento video: How to avoid Mistakes in Surgery). Actividades peligrosas en algunos casos, como las de los bomberos, otras donde se requiere precisión y rapidez, como en la Fórmula 1 o los pilotos de aviones. Todas ellas presentan situaciones que pudieran asemejarse, en cuanto a situaciones de presión e imprevistos, a los momentos de toma de decisiones en el mundo de las inversiones.
Un proceso nos ayudará a establecer las normas que racionalmente deberíamos seguir y no dejarnos llevar por el impulso en situaciones de stress. El proceso de inversión debe contemplar tareas, momentos, procesos, y planes de contingencia que nos hagan más fácil ser racionales en el momento preciso.
En un estudio realizado por Dr. Atul Grawande (autor del libro The Checklist Manifesto) descubrieron que la utilización de listas de tareas y procesos en los quirófanos en UK, redujo las muertes por complicaciones en más de un 30%. Este método fue replicado posteriormente por hospitales alrededor del mundo y en el caso de Holanda la reducción llegó al 47%. Muchos inversores y traders tienen sus pantallas con post-its escritos con normas para recordarlas y no violarlas.
Siendo éstos inevitables, el cerebro responde ante los errores dependiendo de la actitud que tengamos hacia los mismos. Así, una actitud positiva, preventiva y constructiva, hace que los podamos corregir más rápidamente, mientras que lo contrario, hace que repitamos constantemente esos mismos errores. Además, el miedo a equivocarnos, o no reconocer que nos equivocamos, induce a una mayor cantidad de errores. Por ello cualquier proceso debe contemplar cuál será nuestra actitud ante posibles equivocaciones.
Los errores humanos siempre no acompañarán, es cómo los manejamos lo que importa y hace la diferencia. Tener un proceso de inversión perfectamente pensado, y respetarlo, nos obligará sistemáticamente a re-evaluar acciones y actitudes, a revisar qué falló y por qué, y por tanto nos ayudará a aprender de nuestros fallos, y a sobrevivir a los mismos.
Y no estamos hablando ahora de filosofías de inversión, queremos resaltar que cualquiera que sea el estilo que sigamos, hay que tener predefinido un proceso. La filosofía empapará el proceso, pero no lo determinará.
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