Los estadounidenses enfurecidos el día martes le dijeron adiós a sus élites al elegir a Trump como presidente, después de 30 años de mal gobierno donde fueron pisoteados por la simbiosis de Washington y Wall Street, que contribuyeron al deterioro de la calidad de vida para las clases medias y bajas. Los estadounidenses votaron por su repudio a la propaganda política de los medios y escogieron al candidato más inusual en vez de aceptar más de lo mismo.
El año pasado más de 70 millones de personas apoyaron lo que consideraban el cambio entre éstos, su gran mayoría optando por Trump y un porcentaje menor por el socialista Bernie Sanders, todos ellos con desprecios en común, terminar con las inútiles y costosas guerras en el extranjero, molestos con las políticas de inflar nuevas burbujas de activos para provocar un efecto riqueza en sólo una parte privilegiada de la sociedad, el estancamiento de los salarios, pérdida de puestos de trabajo, el difícil acceso a la sanidad y la educación universitaria, entre muchos otros factores que han reducido el sueño americano a cosa del pasado.
Trump convenció a su público y, a muchos demócratas, de que Clinton formó una carrera política de múltiples casos de corrupción y que era más de lo mismo de Obama, denotó entre sus simpatizantes una personalidad transparente a diferencia de la hipocresía que caracterizaba a su rival.
Es un error pensar que la mayoría de los seguidores de Trump tienen su misma personalidad xenófoba, racista o misógina, es histórico que las personas cuando pierden la fe en el sistema votan por una candidato inusual, después de todo consciente o inconscientemente no tienen nada ya que perder, porque las élites les han arrebatado todo.
El factor económico juega un importante rol, ya que en condiciones económicas favorables personas como Trump, Sanders, o López Obrador (en México) son burlas para las masas y en momentos previos o durante una crisis surgen como los mesías y la única alternativa al cambio, es simplemente historia y no se trata de algo extraño aunque no precisamente sean en realidad la mejor opción.
Sin embargo, Trump tiene una difícil tarea por delante al ser un candidato muy impopular con un gran sector de la población y por otro lado con la insatisfecha élite financiera que gobierna en las sombras, dudosos que el nuevo presidente de Estados Unidos con una personalidad muy volátil cumpla sus expectativas.
Por otro lado, Obama sale en un excelente momento, ya que su legado es una deuda de 19 billones de dólares, es decir, durante su administración se pidieron prestados 10 billones de dólares, lo que a 43 presidentes les tomó 220 años, mientras que la Reserva Federal amplió su balance 5 veces más de lo que lo había hecho en sus 94 años de existencia, todo para posponer la crisis, agravándose en el camino y enriqueciendo a sus amigos que representan el 1% de la población con toda clase de activos inflados artificialmente.
Trump recibe una “enorme, gorda y fea burbuja económica” como él mismo comentó en un debate televisado y sus planes económicos hasta el momento solo demuestran no tomar esto en consideración.
Durante meses y años venideros el actual “imperio” será ingobernable, atormentado por la crisis fiscal, financiera y política e incluso constitucional. Cualquier idea propuesta por Trump involucra aumentar el techo de la deuda y veremos esta batalla comenzar de nuevo, muy pronto más de 20 billones de dólares lo único que harán será cavar más profundo la tumba nacional.
De momento Estados Unidos oficialmente estará en recesión en 6 meses.
La pregunta es: ¿Trump desafiará a la Reserva Federal como ya lo ha hecho en público en el pasado? cosa que muy pocos políticos se han atrevido a hacer como Lincoln, Kennedy, James. A Garfiel o Andrew Jackson, lo cierto es que Trump, de no alinearse a los intereses de la élite, su misma vida corre peligro.
De cualquier manera el juego de fingir que nada pasa ha terminado.